Homilía en la apertura del Jubileo extraordinario de la Misericordia, Catedral de Santander 13 de diciembre de 2015

Queridos hermanos:

El Papa Francisco nos ha invitado a un Año Jubilar dedicado a la Misericordia de Dios. Es un gran regalo que el Santo Padre hace a la Iglesia Universal y que recibimos con alegría y responsabilidad. Se inició el 8 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa en Roma y hoy se inaugura en el resto de las diócesis del mundo. El Año Jubilar se clausurará el 20 de Noviembre de 2016 en la fiesta litúrgica de Jesucristo Rey del Universo. Estoy seguro que serán muchas las iniciativas que se desarrollen a nivel diocesano, arciprestal y parroquial para ayudarnos a vivir esta gozosa propuesta. Pero es también muy importante nuestra preparación personal.

  1. Objetivo del Año de la misericordia

El Jubileo extraordinario de la Misericordia tiene que ser “un año de gracia: es esto lo que el Señor anuncia y lo que deseamos vivir, dice el Papa Francisco. Llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la liberación a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella”. O dicho con otras palabras: “Un año para ser tocados por el Señor y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de la misericordia”.

  1. Un programa en cuatro etapas

El Papa nos propone recorrer cuatro etapas en nuestra peregrinación hacia la Puerta Santa, atravesando la cual recibiremos la gracia del Jubileo, el don de la indulgencia.

  • La primera etapa consiste en convertirnos a la misericordia no juzgando y no condenando al prójimo, sino más bien valorando lo bueno que todas las personas tienen. Además perdonando, siendo instrumentos del perdón, como Dios nos ha perdonado.
  • La segunda etapa de nuestra conversión a la misericordia consiste en romper la barrera de la indiferencia que nos hace insensibles antes los sufrimientos del prójimo.
  • Por eso, como tercera etapa hacia la Puerta Santa, el Papa nos urge a practicar las obras de misericordia corporales y espirituales, teniendo presente que “en el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”.
  • Y finalmente, la última etapa de nuestra peregrinación para alcanzar la misericordia será la celebración del Sacramento de la Reconciliación.

Pero como por experiencia sabemos que después de recibir la absolución de nuestros pecados quedan todavía las huellas de los mismos en nuestro corazón, por eso se nos concede el don de la indulgencia plenaria, o sea, la plenitud del perdón que Dios generosamente, por medio de la Iglesia en la comunión de los santos, nos concede al atravesar la Puerta Santa, participando en la Eucaristía y orando por las intenciones del Papa.

  1. Poner en el centro de nuestra vida la misericordia de Dios

Este Jubileo extraordinario es una oportunidad especial para poner en el centro de nuestra vida cristiana la misericordia que es el retrato que Dios hizo de sí mismo a través de su Hijo. Se nos invita a mirar a Jesús, el Hijo, a contemplarlo con amor, pues él es el rostro de la misericordia del Padre. Y como hijos de tal Padre y hermanos de tal Hijo, a incorporar a nuestra vida cristiana el comportamiento misericordioso de Dios con nosotros, siendo testigos creíbles de la misericordia en un mundo cerrado sobre sí mismo, marcado por el egoísmo y la indiferencia hacia los pobres. Atravesar la Puerta Santa de la Misericordia nos debe conducir a una renovación espiritual personal y comunitaria de modo que se haga realidad este triple deseo del Papa:

  •   Que en este Año Jubilar la Iglesia, obispos y fieles, se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuene fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de ayuda, de amor.
  •   Que la Iglesia nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
  •    Que la Iglesia se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso las palabras del Salmista: “Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas”.

                                                +Manuel Sánchez Monge                                 

                                                   Obispo de Santander