DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO (9 de septiembre)

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  • Leer y acoger la Palabra

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: ‘Effatá’, esto es: ‘Ábrete’. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: ‘Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Marcos 7,31-37)

  • Meditar la Palabra

Jesús hace un milagro en tierras de gentiles, así nos lo presenta Marcos. El evangelio pertenece a todos, tiene vocación de universalidad, y la actuación de Jesús ha de llegar también a los no judíos. De forma esquemática, el evangelista narra el milagro: un relato breve, la realización del milagro y la reacción que provoca. Un grupo de personas –desconocidas- presentan a Jesús un sordomudo para que le imponga las manos. Se subraya, por tanto, el deseo de curación. El milagro se relata con todo detalle. Los signos que Jesús hace: introducir los dedos en los oídos del enfermo, tocar con saliva su lengua y pronunciar la palabra aramea: ábrete. Jesús manifiesta así su poder liberador. El enfermo se convierte, al momento, en una persona nueva. El mensaje de Marcos es el siguiente: en su actuación Jesús se muestra cercano a los necesitados, y con su acción salvífica les ayuda de manera eficaz a iniciar una vida nueva. La reacción ante el milagro es sorprendente: Jesús prohíbe a los asistentes dar a conocer el prodigio, pero hay hechos que tienen tal trascendencia que no pueden ser silenciados. Se maravillaban sobremanera y decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos. ¿Puede hacerse un elogio mayor?

     > Orar y contemplar desde la Palabra

Puedo comenzar la oración pidiendo al Señor la gracia de descubrir a este Jesús que cura nuestras debilidades, concede vida abundante a nuestros decaimientos y nos abre perspectivas nuevas. Abre mis oídos, Señor a tu Palabra… puedo repetir una y otra vez.

Leo de nuevo el texto y me voy situando en la experiencia de los distintos personajes. Yo soy ese sordomudo  que acercan a Jesús para que le impongan las manos, siento sus dedos sobre mis oídos y sobre mi lengua. O soy de aquellos que contemplan la acción de Jesús en tantas situaciones y en tantas realidades que veo en mi entorno. ¿Yo también me maravillo? ¿Yo también descubro en Jesús al Dios que nos cuida, que nos libera, que nos da vida nueva? Hoy quiero proclamar como ellos: Todo lo ha hecho bien.

Comienzo un diálogo con Jesús: Señor Jesús, en tu cercanía veo a mi Dios que viene “en persona”, como anuncia el profeta Isaías en la primera lectura. Vienes hacia mí con una palabra eficaz, con una palabra creadora, con una palabra liberadora que me desata de todas las ataduras… ¡Hay tantos signos de Dios! Abre mis oídos y mi corazón. Yo también quiero reconocerte como aquellos que presenciaron el milagro y proclamar: todo lo has hecho bien. Tú pedías que guardaran silencio. Es la conducta del amor sincero. Gracias, Cristo Jesús, por todo el amor que derrochas conmigo y con el mundo entero. Amén

  • Actuar desde la Palabra

Quiero proclamar, a cuantos me rodean, la experiencia de tu sanación. Dame fuerza, Señor.