DOMINGO 4º DE CUARESMA (26 de Marzo)

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El evangelio de cada domingo de cuaresma nos va señalando diferentes lugares en los que Jesús nos espera para un encuentro: el desierto, la montaña, un pozo en Samaria, la piscina de Siloé, la tumba de Lázaro. Dichosos nosotros si acudimos a la cita y dejamos que su amor nos transforme y nos arrastre hacia la Pascua.

►Escuchar y acoger la Palabra
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento (…) (Jesús) escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: ‘Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)’. Él fue y se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ‘¿No es ese el que se sentaba a pedir?’ Unos decían: ‘el mismo’. Otros decían: ‘no es él, pero se le parece’. Él respondía: ‘Soy yo’. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: ‘Me puso barro en los ojos, me lavé y veo’. Algunos de los fariseos comentaban: Este hombre no viene de Dios porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: ‘Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos’. Él contestó: ‘Que es un profeta’. Le replicaron: ‘empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?’ Y le expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ‘¿Crees tú en el hijo del hombre?’. Él contestó: ‘Y ¿quién es, Señor, para que yo crea en él?’ Jesús le dijo: ‘Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es’. Él dijo: ‘Creo, Señor’. Y se postró ante él. (Jn 9, 1-41)

►Pensar la Palabra
Este domingo, esta semana, en nuestra oración, nos espera en la piscina de Siloé. Como el ciego de nacimiento, nosotros queremos sentir la fuerza sanadora de Jesús: Me puso barro en los ojos y veo. Al ciego se le iluminan los ojos y puede ver la realidad de su entorno, pero hay una iluminación mayor, la de la fe que le lleva a exclamar: Creo, Señor. El relato nos enseña que la fe en Jesús es la culminación de un proceso de iluminación y de despojo. De iluminación porque a aquel que no podía ver la realidad de su entorno, Jesús le devuelve la vista. De despojo porque por ser fiel a la verdad, por su confesión: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo… le expulsaron. Jesús se hace de nuevo presente y se manifiesta ante él: ¿Crees tú en el hijo del hombre?… Lo estás viendo. Es una nueva luz que llena el corazón del ciego y le da la fuerza de confesar: Creo, Señor.

►Orar y contemplar la Palabra
-Ponte junto a Jesús, pídele que libere tus ojos de todo lo que te impide ver y que pone en tu mirada negatividad, dureza, superficialidad, indiferencia, prejuicios… Deja que él ilumine tus ojos haciéndolos capaces de ver hasta el fondo, y llegar a descubrir la vida insospechada que apunta en personas o situaciones de las que parece que sólo puede brotar muerte.
– Pídele también que te permita contemplarle a él, como le pudo ver aquel ciego y mantener con él el mismo diálogo: ‘¿Crees tú en el hijo del hombre?’. El contestó: ‘Y ¿quién es, Señor, para que yo crea en él?’ Jesús le dijo: ‘Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es’. Él dijo: ‘Creo, Señor’. Y se postró ante él.
– Contempla la reacción de Jesús que Juan nos narra al final del evangelio: Cuando oyó que lo habían expulsado fue a su encuentro.
– Permanece en oración repitiendo una y otra vez: Creo, Señor y adora su presencia.

►Actuar desde la Palabra
-Como el ciego, me sitúo ante Jesús con mis necesidades, sin ocultamientos ni engaños.
-Como Jesús, quiero comprometerme con aquellos hombres y mujeres que son expulsados de la historia, por razones que son incomprensibles, y salir al encuentro y acoger y liberar.