♦ Texto para la oración
“En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?’.
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: ‘El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra’. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: ‘Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?’ Ella contestó: ‘Ninguno, Señor’. Jesús dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más’. (Jn, 8, 1-11)

♦ Comentario al texto

Las lecturas que venimos escuchando los últimos domingos nos ayudan a entender la cuestión de fondo que plantea: Jesús ha presentado un rostro de Dios misericordioso, cercano a los pecadores, perdonador, que espera pacientemente siempre y que a los escribas y fariseos les cuesta entender. Alguien, a quien le importa más las personas que sus actos: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más. Es un Dios que quiere la vida. De nuevo los letrados y fariseos enfrentan a Jesús con la ley: La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?’. Le obligan a tomar una decisión: la ley condena el adulterio. Está acorralado. Jesús, jugando con la misma ley, que prevé que el denunciante sea el primero en arrojar la piedra, devuelve la ley a su verdadero sentido. Y ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno… La ley no está hecha para condenar sino para ser luz y guía en la vida, para iluminar comportamientos, para defender a los débiles ante el privilegio de los fuertes. La verdadera ley, la verdadera voluntad de Dios es siempre salvífica: Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más. La mujer queda liberada de la ley y del pecado, para caminar, libre, hacia adelante.

♦ Oración con el texto
– Una vez que he leído el comentario para profundizar en el texto…
– Vuelvo sobre su lectura: Hago una lectura reposada, serena, repaso la escena detenidamente: miro a Jesús, escucho de nuevo sus palabras de perdón y de luz, entro en mi interior para descubrir cuál es mi lugar en esta escena:
> ¿Con quién puedo identificarme en este momento personal mío, mirando a los acusadores y mirando a la acusada? Como veíamos el domingo anterior todos necesitan sanación y perdón. Pero también, una vez más, vemos que la conversión de los que se creen buenos es más difícil. Ellos desaparecen de la escena: se fueron escabullendo…
> Pido la actitud de la mujer que atrae la compasión de Jesús y escucho en mi interior su palabra: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.
> Acojo la mirada misericordiosa de Jesús. Siento el regalo del perdón y de la libertad

En el año de la misericordia

No juzguéis y no seréis juzgados… si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez del hermano. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la superficie, mientras que el Padre mira al interior… No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona… pero Jesús pide más. Jesús pide también perdonar. (Papa Francisco MV 14)