DOMINGO DE RAMOS (9 de abril)

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“La procesión de Ramos es representación simbólica de lo que llamamos «seguimiento de Cristo» (…) Se trata de la opción entre vivir sólo para mí mismo o entregarme por lo más grande. Y tengamos muy presente que verdad y amor no son valores abstractos; en Jesucristo se han convertido en persona. Siguiéndolo a él, entro al servicio de la verdad y del amor. Perdiéndome, me encuentro” (Benedicto XVI)

►Escuchar y acoger la Palabra
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciendo: ‘Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, Los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto’. Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta: ‘Decid a la hija de Sión: ‘Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila’. Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: ‘¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!’ Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando: ‘¡Quién es este!’ La multitud contestaba: ‘Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea. (Mt 21, 1-11)

►Pensar la Palabra
Es la última subida de Jesús a Jerusalén. Los tres evangelistas que describen este pasaje (Mateo, Marcos y Lucas) subrayan la decisión de Jesús de elegir “un borrico atado, que nadie ha montado todavía”. Así lo anunció Zacarías: “Mira a tu rey que viene a ti, humilde y montado en un asno, en un pollino hijo de acémila”. El borrico es signo del mesías humilde, representa la no violencia, la mansedumbre. Jesús con esta entrada lleva a cabo la exaltación de la sencillez, de la humildad, de la bondad, de la cercanía a los pobres. Otros signos de esta fiesta son las palmas con las que el pueblo saluda la entrada en Jerusalén del Maestro. Que también nos hablan de martirio y testimonio. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! proclama la multitud que le ha seguido y ha visto sus milagros. Pero este rey está caracterizado, como leemos en la primera lectura de Isaías, por situarse del lado de los indefensos, de los “abatidos” que necesitan una palabra de aliento.

►Orar y contemplar la Palabra
– Vuelvo sobre la lectura del texto, y me sitúo en este comienzo de la Semana Santa, mi semana santa. Jesús sube a Jerusalén, comienza el ascenso hacia la muerte. No solo recordamos un hecho histórico, sino un hecho de fe; hago solemne profesión de fe en que la cruz y muerte de Cristo son, en definitiva, una victoria.
– Jesús el Mesías pacífico. Que los ramos y palmas de victoria no oculten la realidad.
– Del “hosanna” al “crucifige”. A la luz de lo que aconteció a Jesús puedo preguntarme de qué lado estoy yo: ¿con los que vitorean a un Mesías triunfante o con los que siguen a un Mesías sufriente? Con los que se esconden como los discípulos, o se lavan las manos como Pilatos; con los que callan ante las injusticias, o con los que se solidarizan con las víctimas.

►Actuar desde la Palabra
Con la procesión de Ramos comienza también mi camino hacia la Pascua. Mi compromiso de discípulo: seguir a Jesús
¿Cómo ha de ser mi compromiso a la luz de estos acontecimientos que celebramos, de los que quiero hacer memoria viva?
¿Cómo actuar desde la mansedumbre, la humildad, la no violencia?