FIESTA DEL CORPUS CHRISTI (Día 18 de junio)

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Además del hambre física, el hombre lleva en sí otra hambre, un hambre que no puede ser saciada con el alimento ordinario. Es el hambre de vida hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná –como toda la experiencia del éxodo– contenía en sí también esta dimensión: era figura de un alimento que satisface esta hambre profunda que hay en el hombre. Jesús nos dona este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento con el cual saciamos nuestros cuerpos, como el maná. El Cuerpo de Cristo es el Pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor. (Papa Francisco. Corpus 2014)

►Escuchar y acoger la Palabra
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo’. Disputaban los judíos entre sí: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’. Entonces Jesús les dijo: ‘Os aseguro que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre. (Jn 6, 51-58)

►Pensar la Palabra
Para entender el texto del evangelista Juan que la liturgia nos propone en esta fiesta, tenemos que ir al comienzo del capítulo 6 de su evangelio: la multiplicación de los panes. La gente había saciado su hambre y buscaba a Jesús para proclamarlo rey. Del signo, Jesús pasa a la realidad: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Este pan vivo es el Jesús histórico, el hombre en quien reconocemos la presencia total y definitiva de Dios en medio de nosotros.
Jesús invita a comer de ese pan, es decir, a identificarnos con Jesús, a realizar su camino histórico, a tener sus criterios, sus actitudes. En definitiva, a vivir como él vivió. Comulgar el Cuerpo de Cristo está íntimamente unido a compartir el pan y la vida con los demás.

►Orar y contemplar la Palabra
Petición: Al comenzar la oración pido que este encuentro con el Señor me haga entender y saborear el significado de estas palabras y sentir el deseo que expresaron los discípulos: Señor, danos siempre de ese pan.
* Cristo se nos ofrece en la Eucaristía, con ese mismo realismo, como el alimento que sacia nuestra hambre:
– Yo soy el pan de vida: Jesús es el alimento que sacia todas nuestras hambres
– El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él: Jesús nos invita a una comunión de vida tan profunda que nos hace uno con Él. Nos invita así a ser nosotros también pan, alimento para todas aquellas gentes que pasan hambre. Hambre de cariño, hambre de dignidad, hambre de sentido y hambre de pan.
– El que come este pan vivirá para siempre: En Jesús se nos ofrece una vida definitiva que ya empieza aquí y traspasa las fronteras de la muerte.

►Actuar desde la Palabra
Que en cada comunión tenga presentes a todas aquellas personas que carecen de pan, que carecen de amor, que carecen de lo necesario…
Y al rezar el Padrenuestro saborearé y repetiré, con la fuerza de mi fe, las palabras: el pan nuestro de cada día… y en solidaridad con todos los hombres y mujeres, quiero decir: ¡Señor danos siempre de ese pan! Pan capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este pan es Amor.