FIESTA DE LA VIRGEN BIEN APARECIDA 2016

15 Septiembre 2016

María experimenta la misericordia de Dios

La Santísima Virgen vivió y experimentó como ninguna otra criatura la misericordia entrañable del Padre. Toda su vida estuvo orientada al descubrimiento, la contemplación y realización de la misericordia de Dios. Desde la experiencia personal del amor de Dios, María nos enseña que la misericordia es el atributo fundamental de Dios, la “viga maestra de la Iglesia” y la virtud sobre la que giran todas las virtudes. En dos momentos especialmente aparece María en el evangelio acogiendo la misericordia de Dios:

En  la Anunciación. María se fía totalmente del Dios misericordioso y fiel porque ha experimentado la misericordia de Dios en sí misma y en la historia de su pueblo, Israel. Por eso proclama que «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (Lc 1,50). El Dios de la misericordia, por medio Jesucristo, su Hijo, nos ha traído la salvación largamente esperada por la humanidad y así ha dado un vuelco a la condición humana. La opresión se ha convertido en libertad, la ignorancia se ha tornado conocimiento, la tristeza no disipa la alegría, la muerte es paso para la vida eterna, y el pecado, mediante el sacramento de la penitencia, es gracia y salvación. «Toda su vida -dice el Papa Francisco refiriéndose a la Virgen- estuvo plasmada por la presencia de la misericordia hecha carne» (MV 24). Participando en el misterio de su amor, entró en el santuario de su misericordia. Y resume bellamente el papa actual: “Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende de generación en generación (Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María.

El otro momento lo representa su presencia al pie de la cruz. María junto con Juan, el discípulo amado, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús” (MV 24).

María portadora de la misericordia de Dios para los demás

Lo vemos en el relato de la visita a su prima  Isabel. María, que ya tiene al Mesías en sus entrañas, se conmueve por la situación de su prima ya anciana que espera el nacimiento del Bautista, y no duda en recorrer un largo y fatigoso camino (cf. Lc 1, 39-56). Este admirable gesto de María, además de expresar la grandeza de su misericordia, es reflejo de su talla espiritual. María, en compañía de su prima Isabel, recitará el Magnificat, proclamando la grandeza del Señor y reconociendo que su misericordia se extiende de generación en generación.

La Programación del curso 2016-2017

“Una Iglesia Diocesana en conversión y en salida” es el título del Plan Pastoral Diocesano que nos guía en la misión evangelizadora del año 2014 al año 2017, un Plan, que lejos de haberse quedado obsoleto, sigue estando cada día más vigente. Hemos de ser una Iglesia misionera porque escuchamos el mandato de Jesús: “Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19-20) que sigue impulsándonos ayer, hoy y siempre, a la misión de proclamar la Buena Noticia. Por otra parte, el Papa Francisco, sigue urgiéndonos cada día a la alegría de evangelizar por medio de su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, documento programático para la Iglesia universal. En el hoy de nuestro mundo y de nuestra historia, la iglesia tiene que vivir en clave de salida misionera. No podemos esperar a que vengan, o conformarnos con los que ya acuden por los cauces o estructuras tradicionales, que evidentemente tendremos que seguir manteniendo y actualizando, buscando la mejor calidad de nuestras acciones. El reto de llegar a los alejados y a los que nunca han oído hablar de Jesucristo tiene que ser prioritario e inaplazable. Es tanto lo que la experiencia de Dios aporta en la búsqueda de felicidad y de sentido por parte del ser humano, que no podemos demorar el anuncio como si se tratara de un aspecto secundario o prescindible.

Corremos el riesgo de aplaudir las intervenciones del Papa… sin cambiar nada ni en nuestras vidas, ni en nuestras comunidades, ni en nuestras celebraciones, ni en nuestras propuestas pastorales. Ahora bien, seguir haciéndolo todo como lo hemos hecho siempre y esperar resultados diferentes, nos produce cada vez más frustración y desesperanza. Por eso hemos de romper inercias y rutinas y “cambiar de mentalidad”, empeñarnos en una verdadera conversión (EG 27). Con la ayuda del Señor la dificultad y el pesimismo no pueden paralizarnos, tenemos que ir concretando acciones que nos lleven a conseguir el objetivo que perseguimos. Es mucho lo que tenemos en juego, nuestra propia felicidad y la de muchos hermanos nuestros que necesitan la luz de la fe, el encuentro con Jesucristo para vivir en plenitud la vida de hijos de Dios. Necesitamos con urgencia comunidades cristianas alegres, fervorosas, vivas y esperanzadas, que intenten dar respuestas creativas a las demandas e interrogantes del hombre y la mujer de hoy,

Un trabajo conjunto y coordinado entre sacerdotes, laicos y vida consagrada se hace necesario en esta nueva etapa. De manera especial los laicos deben ocupar su papel y protagonismo insustituible, tanto en el interior de nuestras estructuras eclesiales, como sobre todo y de forma prioritaria, en la evangelización de los ambientes donde transcurre su vida cotidiana, y donde sólo ellos pueden llegar.

La familia es el ámbito donde, de manera especial, queremos que llegue con ardor renovado la luz de la fe, esa Buena Nueva del amor fiel que se dona generosamente hasta el extremo. Para el Papa Francisco es una prioridad. Hace poco nos ha regalado la bella Exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (La alegría del amor) que marca las líneas a seguir en la pastoral familiar. Muchas son las pautas que nos propone como cauce de evangelización y que tendremos que primero conocer, y luego secundar en la medida de lo posible.

Por otra parte, dos acontecimientos gozosos y extraordinarios tendrán lugar Dios mediante en este nuevo curso en nuestra Diócesis de Santander:

  1. La Asamblea de Vida Consagrada, que comenzará en el próximo mes de noviembre, nos ayudará a conocer esta rica realidad diocesana en sus distintas formas y carismas. Solamente desde el conocimiento podremos querernos más y trabajar más unidos y organizados en la misma misión evangelizadora dentro de nuestra diócesis.
  2. El Año Jubilar Lebaniego es un acontecimiento privilegiado de gracia que podremos vivir y celebrar desde abril del 2017. “Nuestra gloria, Señor, es tu cruz” es el lema para este año. La cruz es signo de vida, de esperanza y de gloria para los que unimos nuestra vida al misterio pascual de Jesucristo. Tendremos que aprovechar esta oportunidad para hacer con nuestros fieles la peregrinación que pasando por la cruz nos lleve a la alegría de la resurrección, fuente de luz y renovación.

Nos encontramos en el nuevo curso 2016-2017 en pleno Año Jubilar de la Misericordia, año de gracia que está siendo rico en reflexiones, iniciativas y expresiones que facilitan revivir y experimentar en carne propia, ese atributo esencial de Dios para compadecerse, abajarse y cargar sobre sus hombros la debilidad y el sufrimiento del ser humano, y devolverle esa caricia que sana, perdona y rehabilita. Hacer que este año no se quede sólo en un acontecimiento entrañable pero transitorio, dependerá de nuestro grado de coherencia y compromiso tanto a nivel personal como eclesial y social. Transmitir esta preocupación y solidaridad por los más débiles, por los pobres, con palabras y sobre todo con obras, será también una prioridad en nuestra programación.

Pedimos a Nuestra Señora Bien Aparecida, Reina y Madre de misericordia, que vuelva a nosotros sus ‘ojos misericordiosos’ y nos ayude a realizar esta Programación del curso pastoral 2016-2017 que ponemos en sus manos. Igualmente lo imploramos a nuestros santos Patronos Emeterio y Celedonio

 

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander