El 4 de septiembre de 2016 la Madre Teresa de Calcuta será proclamada Santa con una gran ceremonia en la plaza de San Pedro presidida por el papa Francisco. La herencia que dejó esta pequeña gran mujer se puede encontrar en cada rincón de Calcuta, pero no solo: las Misioneras de la Caridad continúan su obra en todo el mundo con la misma sencillez y rigor de la Madre. Pasean como ella llevando un hábito sencillo, a pie, en los barrios pobres, y dan sin hacer preguntas, gratuitamente, ayudando indiferentemente hindúes, musulmanes, cristianos, ateos. Porque la religión, decía Madre Teresa, no debe dividir ni discriminar.

De sangre, soy albanesa; de ciudadanía, india. En lo referente a la fe, soy una monja católica; por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús». Ésta es la definición que daba de sí misma Gonxha Agnes Bojaxhiu, quien sería mundialmente conocida como la Madre Teresa de Calcuta.
Con particular emoción recordamos hoy a la Madre Teresa, una gran servidora de los pobres, de la Iglesia y del mundo entero. Su vida es un testimonio de la dignidad y del privilegio del servicio humilde. Eligió ser no sólo la última, sino la sierva de los últimos. Como una verdadera madre de los pobres, se inclinó a los que sufrían diferentes formas de pobreza. Su grandeza reside en su capacidad de dar sin importar el coste, dar «hasta que duela». Su vida fue una vida radical y una valiente proclamación del Evangelio.

El grito de Jesús en la cruz, «Tengo sed» (Jn 19, 28), expresando la profundidad del deseo de Dios por el hombre, penetró el alma de la Madre Teresa y halló tierra fértil en su corazón. Saciar la sed de amor y de almas de Jesús, en unión con María, la Madre de Jesús: esto se convirtió en el objetivo de la existencia de la Madre Teresa y en la fuerza que la sacó de sí misma y la llevó a recorrer el mundo para trabajar por la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres.

La santidad no consiste en llevar a cabo cosas extraordinarias. Consiste en aceptar con una sonrisa lo que Jesús nos envía. Consiste en aceptar seguir la voluntad de Dios. La santidad no es un lujo de unos pocos. Es un deber de todos. Mío y vuestro. Nuestra voluntad es importante porque nos trueca en imagen de Dios y nos une a Él. La decisión de hacerse santo es algo muy íntimo. Renuncia, tentaciones, luchas, persecuciones y toda suerte de sacrificios acechan al alma que ha decidido ser santa. Si realizamos nuestro trabajo por Dios y por su gloria, podemos hacernos santos.

«Cuanto hicisteis a uno de esos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 49). Este pasaje del Evangelio, crucial para comprender el servicio de la Madre Teresa a los pobres, era la base de su convicción llena de fe de que al tocar los cuerpos rotos de los pobres ella estaba tocando el cuerpo de Cristo. Era al propio Jesús, oculto bajo la dolorosa apariencia de los más pobres entre los pobres, a quien se dirigía su servicio. La Madre Teresa pone de relieve el significado más profundo del servicio: un acto de amor hecho al que tiene hambre, sed, al extranjero, al que está desnudo, al enfermo, al prisionero (Cf. Mt 25, 34-36) se hace al propio Jesús.

La Madre Teresa participó en la pasión del Crucificado, de forma especial durante largos años de «oscuridad interior». Fue aquella una prueba a veces muy dolorosa, acogida como un singular «don y privilegio».

En las horas más oscuras se aferraba con mayor tenacidad a la oración ante el Santísimo Sacramento. Este duro trabajo espiritual la llevó a identificarse cada vez más con quienes servía a diario, experimentando la tristeza y hasta el rechazo. Amaba repetir que la mayor pobreza es no ser deseado, no tener a nadie que se ocupe de uno.

Nuestra admiración a esta pequeña mujer enamorada de Dios, humilde mensajera del Evangelio e infatigable bienhechora de la humanidad. Honremos en ella a una de las personalidades más relevantes de nuestra época. Acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo.
Las hermanas de Madre Teresa ayudan a los pobres de Calcuta, de forma caritativa ofreciendo comida y asistencia que les permita sobrevivir. De forma paralela, el Cini se compromete para mejorar el estado de salud de las personas enseñándoles a nutrirse correctamente y apoderarse de la propia vida ofreciendo los instrumentos necesarios para mantenerse por sí solos. La pobreza no es solo una cuestión de necesidades materiales –continua Samir Chaudhuri– nosotros ahora tenemos que afrontar y responder a las necesidades mentales, sociales, psicológicas. Y señala: “Nosotros hacemos demasiadas preguntas a los otros y a nosotros mismos. Nos hemos convertido en egoístas. Los pobres dan más que los ricos. Los pobres dan todo. Tenemos que abandonar el egoísmo y trabajar, como ha trabado ella”.
En las páginas de Teresa de Calcuta. La persona pueden espigarse multitud de anécdotas que protagonizó, en ocasiones más útiles que mil discursos para dibujar un carácter o la naturaleza de una misión. He aquí diez de ellas.

1. La alegría de dar

En cierta ocasión, Madre Teresa supo de una familia hindú con ocho hijos que no tenía nada para comer. Cogió un poco de arroz y se lo llevó; los ojos de los niños brillaban de hambre. Su madre cogió el arroz, lo dividió y salió a la calle con la mitad del recibido. Cuando regresó y Madre Teresa le preguntó qué había hecho, contestó simplemente: «Ellos también tienen hambre». «Ellos» era una familia musulmana vecina. Madre Teresa comentó luego: «Aquella noche no les di más arroz, pues quería que ellos también pudiesen disfrutar de la alegría de dar».

2. La caridad, por encima del Papa

El 29 de noviembre de 1964, Madre Teresa estaba invitada a la ceremonia de apertura del XXXVIII Congreso Eucarístico Internacional, presidida por Pablo VI en Bombay. Pero de camino al acto, vio a dos moribundos junto a un árbol, marido y mujer. Se detuvo con ellos hasta que él murió en sus brazos. Entonces la religiosa cargó en hombros a la esposa y la llevó a un centro de su congregación. Para entonces, la ceremonia ya había concluido.

3. Un premio mayor que un millón de dólares

Cuando un periodista norteamericano la vio atendiendo a un enfermo con heridas hediondas, le dijo que él no haría eso ni por un millón de dólares. «Por un millón de dólares tampoco lo haría yo», respondió Madre Teresa.

4. A los del «rollo social»

A las misioneras de la Caridad, algunos tenían el cuajo de reprocharles la atención prestada a los más necesitados, alegando que eso les mantenía en la miseria. Y alegaban la manida comparación de qué es mejor, si regalar un pez o una caña de pescar.

La beata albanesa tenía clara la respuesta: «Lo que dicen ustedes me parece perfecto, pero los pobres con los que nosotros trabajamos están tan débiles que no tienen fuerza ni siquiera para sostener la caña entre sus manos. Si les parece, nosotras les alimentamos para que adquieran esa fuerza y luego ustedes les enseñan a manejar la caña».

5. Planchazo a un funcionario hostil

Un día la Madre Teresa acudió a solicitar una ayuda al edificio principal de la administración del estado de Bengala Occidental en Calcuta. El funcionario reaccionó de una manera muy hostil y humillante a la solicitud. Pero más tarde, el superior jerárquico de ese funcionario estudió la solicitud y decidió acogerla. Cuando ella fue a recibir la suma concedida, el funcionario displicente le espetó: «Este dinero es para usted». A lo que ella respondió inmediatamente: «No, este dinero es para los pobres. Para mí era su comportamiento del otro día».

6. «Sin María no hay Jesús»

Estando en Holanda, un protestante que la visitó junto con su esposa le comentó que, en su opinión, los católicos le daban excesiva importancia a María. «Sin María no hay Jesús», replicó ella muy en su línea, breve y de lógica elemental. Debió hacer pensar a su interlocutor, porque días después recibió una hermosa postal suya con el siguiente texto: «Sin María no hay Jesús».

7. Pasajera de lujo

En sus viajes por la India, llevaba consigo una gran imagen de la Virgen de Fátima, casi de tamaño natural, que le habían regalado. Una vez la colocó en el tren en el asiento contiguo, y el revisor quería hacerle pagar el billete a Nuestra Señora. Madre Teresa le explicó que su pase gratuito de los Ferrocarriles Indios era para ella y una acompañante… y que ésa era su acompañante ese día. El agente insistió: las estatuas no hablan, y por tanto no hacen compañía. «Pues yo le hablo y ella me escucha. Y a veces ella me habla y yo la escucho a ella». El revisor se dio por vencido.

8. Objetivo Berlín

Madre Teresa había hecho el voto de seguir inmediatamente la voluntad del Señor nada más conocida, de forma que no dejaba pasar ni un minuto. Así que, cuando en septiembre de 1980 se fue al Berlín Oriental a abrir la primera casa de la orden en un país comunista, la hermana que debía quedarse sólo tenía permiso para 24 horas. Ambas empezaron a recitar su oración de intercesión preferida (el Acordaos, dirigido a la Virgen María). Cuando llevaban ocho, sonó el teléfono: le habían concedido el visado para seis meses.

9. Novenas exprés

Una mujer de acción como la Madre Teresa no hacía las novenas en nueve días, sino en uno solo, repitiendo diez veces el Acordaos. ¿Por qué diez? Daba por descontado que la petición iba a ser atendida y añadía una repetición adicional, la décima, en concepto de acción de gracias anticipada.

10. Mucho más que preconciliar

Un teólogo que visitaba a las misioneras de la Caridad consideraba sus enfoques espirituales y pastorales propios de tiempos anteriores al Concilio Vaticano II. Al despedirse de ellas, no pudo reprimir el decírselo: «Lo que están haciendo ustedes es admirable, pero teológicamente están en hace doscientos años». La respuesta de Madre Teresa fue instantánea: «Peor aún. En hace dos mil años».