V DOMINGO DE PASCUA (29 de abril)

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Santa Teresa, en esta poesía nos invita a poner todo nuestro afán en sólo Dios. Esto es lo que nos lleva a permanecer junto a él y vivir como discípulos.

Dichoso el corazón enamorado / que en solo Dios ha puesto el pensamiento.

Por él renuncia a todo lo criado / y en él haya su gloria y su contento.

Aún de sí mismo vive descuidado / porque en su Dios está todo su intento.

Y así, alegre pasa y muy gozoso / las ondas de este mar tempestuoso.  (Poesía 29)

  Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ‘Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que de más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos’ (Jn 15, 1-8)

  Iluminar la Palabra

El discurso que nos ofrece el evangelista Juan en este domingo hemos de situarlo en el contexto de la última cena. Son momentos de intimidad con los discípulos, en los que Juan presenta al Maestro dedicado a los suyos y a su enseñanza. Es el momento de la despedida cuando Jesús quiere manifestarles lo más valioso de su paso por la vida, y lanzar una mirada al futuro y, ante la nueva situación, tras su desaparición, confortarles y animarles a permanecer unidos y fieles al proyecto de Jesús: permaneced en mí y yo en vosotros. Comienza este discurso –que continuará el próximo domingo- con la imagen de la vid, queriendo subrayar dos aspectos: la estrecha vinculación de los discípulos a Jesús y entre sí, al mismo tiempo que subraya la importancia de dar fruto. Jesús es el que produce los frutos y el que los vincula. De ahí la repetición y la fuerza del verbo permanecer. Y la conclusión: así seréis discípulos míos.

Orar y contemplar la Palabra

Vuelve a leer despacio, saboreando cada palabra, el texto de la liturgia de este domingo. Te invito, si te es posible, a buscar un momento, cada día de esta semana, para volver sobre esta lectura y gustar y sentir la fuerza que tiene esta palabra, como dicha para ti: permanece en mí… porque sin mí no puedes hacer nada… así serás mi discípulo, mi discípula

Medita y dale vueltas en tu interior, ¿qué puede significar para mí este permanecer? ¿Cuándo estoy junto a Jesús y cuándo me alejo? ¿Veo la unión que hay entre el permanecer junto a Jesús y dar fruto?

Contempla la imagen que te ofrece Jesús, Yo soy la vid. Deja que esa imagen te hable… el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid… el sarmiento en la medida que esté unido a la vid tendrá vida y podrá producir frutos. Jesús es la savia que da energía al cristiano. Es la savia que me da vida a mí, la savia que me da coraje para vivir como él.

Puedo preguntarme ante la presencia de Jesús ¿Cómo alimento mi fe? ¿Cómo vivo mi fidelidad a Cristo? ¿Qué me une y qué me separa?

Voy quedando en silencio orante y dejo que de mi corazón broten deseos, peticiones, súplicas… escuchando dentro de mí esa palabra de Jesús: sin mí no puedes hacer nada…

-Puedes terminar la oración con la lectura lenta, saboreada de la poesía de Santa Teresa del comienzo.