♦Texto para la oración

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: ‘Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
‘Hazme justicia frente a mi adversario’. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: ’Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara’ Y el Señor añadió: ‘Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18, 1-8)

♦ Comentario al texto

Al comienzo del evangelio, Lucas nos da la razón de esta parábola: explicar a sus discípulos cómo tenían que orar… La gente a la que se dirige Lucas proviene del paganismo y no tiene costumbre de relacionarse con los dioses, por eso le interesa al evangelista formarles en el significado y en el modo de esta relación. En la parábola que acabamos de leer Jesús hace un subrayado, la constancia en la oración: orar siempre sin desanimarse. Junto a esto Jesús, en la parábola nos presenta dos personajes antagónicos: el juez, símbolo del poder y la autoridad; y la viuda símbolo de la indefensión. Una contraposición entre la prepotencia pasiva: aunque ni temo a Dios, ni me importan los hombres; y la impotencia activa que suplica justicia. A partir de esa parábola Jesús saca unas conclusiones: Si así actúa el juez injusto, ¿no hará (Dios) justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?… les hará justicia sin tardar. Jesús nos hace dirigir la mirada al Padre, hacia su bondad, y nos invita a relacionarnos con Él con confianza. Y se dirige también a nosotros cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Así nos hace caer en la cuenta de que la fe se alimenta de la oración, de esa oración constante, confiada, sin desanimarse.

♦ Oración con el texto

Comienzo la oración, buscando el lugar adecuado para este
encuentro con Jesús que nos lleva a Dios Padre. Hago un momento de silencio y voy dejando que las palabras entren en mi corazón, como entra el aire que respiro. La Palabra que me alimenta y da vida. Considero en primer lugar que Jesús se me acerca para explicarme a mí cómo tengo que orar. Acojo esta palabra como venida del Maestro.
Pido: Jesús enséñame a orar, a orar siempre con confianza, con
la certeza de que Dios-Padre me escucha. Fortalece, Señor mi fe… dame constancia y perseverancia…

Examino mi oración, en presencia de Jesús, el Maestro:
¿Cómo es mi oración ante el Señor?
Contemplo la actitud de la viuda. Si ella, en su indefensión, se
dirige así al juez, cómo yo no voy a ponerme ante ese Dios bueno y misericordioso para suplicarle ayuda.
Suplico la gracia de que mi oración sea comprometida, que mi
oración sea como la oración de la viuda Fortalece, Señor mi fe, fortalece mi debilidad, dame constancia y perseverancia en la oración.

En el Año de la Misericordia
Cuando está Dios en nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo, la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo. Entonces nuestra existencia se transforma, nuestro modo de pensar y de obrar se renueva, se convierte en el modo de pensar y de obrar de Jesús, de Dios. (Papa Francisco. 25 de julio de 2013)