Cada Semana Santa, en esta celebración se bendicen los oleos y se consagra el Crisma (aceite perfumado que nos unge, invitándonos a participar de la misión de Jesucristo) con el que los que vayan a ser bautizados serán ungidos o que reconfortará a los en­fermos.


El sr. Obispo confecciona el Crisma vertiendo, en el ánfora llena de aceite, perfume

La celebración del Jueves Santo, va marcada por distintos momentos en los que se recuerda la Última Cena de Jesús con sus apóstoles. La liturgia marca sus momentos, y uno que, en nuestra Diócesis se adelantó ayer, Miércoles Santo, es la celebración de la Misa Crismal, que se llama así porque en esa Misa es donde el Obispo consagra el Crisma —resultado de una mezcla de aceite y perfume—, con que se crisma a los bauti­zados, confirmados; y se unge las manos de los sacerdotes y la cabeza de los obispos.

Esta Misa, además, fue el marco en que todos los sacerdotes renovaron sus pro­mesas sacerdotales, ante el Obispo, que en nombre de la Iglesia recoge esta renovación.

Este año han sido 130 los sacerdotes que han acudido a esta llamada, invitados por D. Manuel, nuestro Obispo, a participar de esta Misa tan significativa. La novedad de este año fue una invitación a acudir sin prisas, para que pudiesen participar, en un tiempo generoso antes de la Misa, del sacramento de la reconciliación, que sirvió de antesala para esta renovación.

En su homilía el Obispo aseguró que este es un «momento vivamente esperado cada año». Sobre el ministerio sacerdotal, recordó a los sacerdotes que no se trata de una «conquista» ni de una «prebenda», sino de una respuesta a la «llamada gratuita y amorosa» de Dios cuya figura deben trasmitir «sin opacarla». Aseguró, además, que «si deja de conmovernos y llevarnos a un servicio entregado a los hermanos» hace necesario una vuelta «al primer amor».

Además, invitó a los sacerdotes a vivir con generosidad el ministerio, «sin horarios» que lo asimilen a cualquier trabajo: «Es una vida entera, no un rato». Este ministerio desde el que les invitó a ser «portadores del bálsamo de Dios que no deja de salir a nuestro encuentro cuando lo necesitamos».

Finalmente, agradeció a todos los sacerdotes su vida y ministerio, desde el servicio que realizan en favor del Pueblo Santo de Dios, y que es insustituible en estos momentos, realizado por sacerdotes que, desde sus distintos momentos vitales, saben poner en juego su vida en el servicio a los demás.