♦ Texto para la oración
“Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!’. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. (Lucas 1, 39-45)

♦ Comentario al texto

En este camino de Adviento nos acercamos a María, la mujer creyente, que con su fe y esperanza abrió los caminos a la llegada del Mesías. El tema se centra en la salvación que llega a través de esta mujer nazarena. Es un momento de gran intensidad el que narra el evangelista en este movimiento de María al encuentro de su prima Isabel y la emoción compartida de estas dos madres. Las dos se encuentran en un momento especial. Y el misterio, que ambas encierran, se traduce en el gozo de la salvación: Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Se nos presente a María en un gesto cotidiano, con gran fuerza, al tener la noticia del embarazo de su prima: María se puso en camino, y fue aprisa a la montaña. Ella también va a tener un hijo, pero sale de sí, al reconocer la grandeza del misterio que encierra también este acontecimiento. El saludo de María produce un efecto insospechado: en cuanto Isabel oyó el saludo de María, salto la criatura en su vientre. Y Juan Bautista, desde el mismo seno de su madre, señala, lleno de alegría, la presencia del Salvador. Termina la escena con el reconocimiento de esa presencia: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?.

♦ Momento de oración
Después de haber profundizado en este texto evangélico, con la lectura del comentario, vuelvo a leerlo despacio, parándome en cada uno de los momentos más significativos. Es una invitación a una lectura acogedora, contemplativa, del gran misterio que el evangelista Lucas nos narra. El camino del Adviento está por concluir y estamos ya en el gran anuncio de la venida del Mesías, el Señor, el gozo de la salvación está cerca.
-Contemplo la escena en silencio… en espera de la Navidad. Y puedo terminar la oración con el canto de alabanza de María como conclusión de esta escena:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación…

En el año de la MISERICORDIA

La Virgen María está llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor hizo en ella. La gracia de Dios la envolvió, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, también el misterio más profundo que va más allá de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, motivo de fe, motivo de abandono a la palabra que se le revela. La plenitud de la gracia transforma el corazón, y lo hace capaz de realizar ese acto tan grande que cambiará la historia de la humanidad. La Virgen Inmaculada es para nosotros testigo privilegiado de esta promesa y de su cumplimiento. (Homilía del papa en la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. 8/XII/15)