La Iglesia cántabra, en unión al resto de las Diócesis del mundo, se sumará este domingo 13 de diciembre, a la celebración del Año Jubilar de la Misericordia mediante la apertura, a las 17,00 horas, de una Puerta Santa de la Catedral que dará paso a una misa solemne que presidirá el obispo de Santander.

En la presentación de este acontecimiento eclesial, Mons. Sánchez Monge explicó en rueda de prensa que el sentido de este Año «para el cristiano de a pie» supone una «oportunidad muy buena» para descubrir un «nuevo estilo de mirar a la realidad y de mirar a las personas que sufren, no desde la indiferencia, sino desde la misericordia y de la ternura, como ha instado el Papa Francisco» a vivir este ciclo jubilar universal, indicó.
Además, al tratarse de un Año Jubilar, se podrá ganar también la Indulgencia Plenaria en 3 templos de la Diócesis: en la Catedral de Santander, en el Monasterio Cisterciense de Cóbreces y en el Santuario de la Virgen Bien Aparecida.

En concreto, la abadía de Cóbreces se ha elegido como templo jubilar para ensalzar la reciente beatificación de varios mártires de este monasterio durante la persecución religiosa de la contienda civil.

Igualmente, tanto los religiosos de Cóbreces como los trinitarios de la Bien Aparecida facilitarán el sacramento de la penitencia a los asistentes. Por este motivo, la Diócesis organizará peregrinaciones jubilares para que los fieles puedan «vivir el sentido de este Año de la Misericordia y a la vez dispongan de la oportunidad de ganar la Indulgencia Plenaria” cumpliendo los requisitos habituales.

Apertura de la Puerta Santa

El acto de apertura se iniciará este domingo 13, a las 17,00 horas, mediante una procesión que discurrirá entre la iglesia del Cristo a la Catedral, lugar donde será abierta la Puerta Santa del Perdón.

Mons. Sánchez destacó que el Papa Francisco pretende con este Año Jubilar promover “la mirada compasiva sobre la humanidad” y, frente a la «globalización de la indiferencia», reivindicar la «globalización de la solidaridad y del amor».

Así lo recoge el espíritu de la bula que convoca este Año Santo Extraordinario, que lleva el título de «Vultus Misericordiae» (El rostro de la misericordia) la cual se compone de 25 puntos.

Gesto de Cuaresma

Entre las iniciativas para celebrar este Año en la Diócesis, está la de potenciar la campaña anual de Cuaresma, “Ayuna, comparte y Ora”, que mediante el reparto de pequeñas huchas de cartón que los fieles llevan a sus casas de las parroquias, depositan luego un donativo fruto de alguna privación. Estas huchas son devueltas en la jornada del Jueves Santo, Día del Amor Fraterno.

Con lo recaudado, después se patrocinan cuatro proyectos solidarios que en su mayoría se desarrollan en países pobres a cargo de misioneros vinculados con la Diócesis. «Nosotros hemos tenido años de crisis, pero en el Tercer mundo están en crisis continua», lamentó el obispo.

Para organizar los actos, se ha creado una comisión que también promoverá este Año Jubilar en la Diócesis presidida por Mons. Sánchez e integrada por el Vicario General, padre Manuel Herrero, el deán de la Catedral, Francisco Sánchez; el abad de Cóbreces, el rector de la Bien Aparecida y el Delegado Diocesano de Liturgia, quienes elaborarán materiales divulgativos.

Igualmente, el obispo citó las palabras del Papa Francisco, que no quiere que el Año Jubilar «se quede solo» en celebraciones y actos litúrgicos sino que, como su lema ‘el Rostro de la Misericordia’, tenga también una clara repercusión social que se traduzca en la práctica de las obras de misericordia Espirituales y Corporales que señala la doctrina de la Iglesia.

Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia.

Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.