Alrededor de 140 sacerdotes de la Diócesis han participado, en la mañana de este miércoles 23 de marzo, en la catedral, en la tradicional Misa Crismal que fue presidida, por vez primera, por el obispo de Santander, Mons. Manuel Sánchez Monge.

En su homilía, el prelado exhortó al pueblo sacerdotal congregado, en lo “importante de la oración” y del trato familiar con Cristo a diario para recibir fuerzas. Igualmente, pidió al clero no vivir aislados o con individualismo, y sí a fomentar la fraternidad entre ellos.

Además, recordó el acontecimiento del Año Jubilar extraordinario de la Misericordia que la Iglesia está celebrando hasta el próximo 20 de noviembre. Para Mons. Sánchez, la misericordia fue el mensaje «más fuerte» de los dados por Cristo.

En esta línea, instó a los sacerdotes a “estar pendientes” de las personas en dificultades por la crisis o por situaciones sociales o personales complicadas y originadas por cualquier causa. Por ello, pidió “la cercanía” del sacerdote hacia estas personas y exhortó a «estar junto a los débiles y los pobres» en su tarea de pastores.

Igualmente instó a la «disponibilidad para quien nos llame» y solicitó del Señor «que llene nuestros corazones y nos dé su fuerza».

Por último, tuvo un recuerdo para los sacerdotes enfermos, para los que sufren y por los que han fallecido.

Misa Crismal, su sentido

El sentido de esta antigua celebración de la Misa Crismal es el de manifestar la comunión de los sacerdotes con su obispo, por lo que es costumbre que en este día asistan numerosos presbíteros de la Diócesis.

En la misa crismal de este año, también hubo una notable presencia de laicos. De hecho, cada año, se “invita a todos los fieles” a participar en esta Eucaristía, porque en ella se visualiza a los sacerdotes de la Diócesis reunidos con su Pastor.

Esta misa hace referencia, igualmente, a los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, Eucaristía, Confirmación), y durante la celebración los sacerdotes renuevan sus promesas y “su entrega al Señor” para seguir sirviendo a sus comunidades.

Además, en esta Eucaristía, el obispo consagra todos los años el Santo Crisma y también bendice los Santos Oleos, que este día estarán depositados en tres grandes ánforas situadas ante el altar. Para ello, el obispo, al final de la celebración, pronunció unas antiguas oraciones invocando al Espíritu Santo para consagrar y bendecir estas sustancias.