“EL TEMPLO, CASA DE ORACIÓN Y DE MISERICORDIA”

Queridos diocesanos y visitantes en el verano:

En varias ocasiones Jesús, como buen judío, frecuentó el templo de Jerusalén. Pero en una ocasión expulsó a los mercaderes del templo y dejó claro, citando la Escritura santa, que la casa de Dios es ‘casa de oración’ (Mt 21,13) y no puede convertirse en cueva de ladrones. En otra ocasión, hizo suyas las palabras del profeta Isaías diciendo: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Hagamos de nuestros templos auténticas casas de oración donde escuchemos la Palabra de Dios y donde confiemos al Señor nuestras alegrías y esperanzas, nuestras penas y dificultades.

El templo cristiano es, además, casa de misericordia. Lo recordamos especialmente en estos momentos en que estamos viviendo intensamente el Año de la misericordia convocado por el papa Francisco. “Misericordia quiero y no sacrificios”, dijo Jesús (Mt. 12,7) para poner de relieve que lo que importa realmente ante Dios es el amor, tener verdaderas entrañas de misericordia y no ritualismos. El Dios de misericordioso y fiel saca al hombre de su miseria más radical perdonando sus pecados. La misericordia es el rostro del amor de Dios que ha decidido dársenos para siempre. La misericordia es el corazón del Evangelio, dice el papa Francisco. En consecuencia, los discípulos de Jesús hemos recibido este mandato: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Es todo un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y paz. Lo esencial del Evangelio es la misericordia. Usemos la medicina de la misericordia y no seamos severos con los demás, recomendaba san Juan XXIII.

Para practicar la misericordia hacen falta dos cosas, advierte el Papa latinoamericano: En primer lugar reconocer el propio pecado sin echar culpas a los demás. Con el arrepentimiento somos más capaces de ser misericordiosos, porque sentimos sobre nosotros la misericordia de Dios. En segundo lugar, agrandar el corazón porque con un corazón pequeño y egoísta no se puede ser misericordioso. El corazón grande no condena, sino que perdona. El corazón misericordioso es un corazón fuerte, vigilante y generoso, que no se encierra en sí mismo y no se deja llevar por la indiferencia ante los problemas ajenos. Con ojos misericordiosos podremos leer el corazón de cuantos nos rodean y responder a sus necesidades más reales. Nuestra credibilidad como Iglesia de Jesús pasa a través del amor misericordioso y compasivo. No basta ser justos, hemos de ir más lejos y caminar por las sendas de la misericordia.

 Me consta el esfuerzo que están realizando los pueblos para mantener sus templos y ermitas auténticamente dignos. Son muchos los sacerdotes que, junto con sus fieles, trabajan con verdadero interés y eficacia en este campo.  Desde aquí quiero darles las gracias y animarles a que sigan adelante en tan noble tarea. Pero para poner a punto los 1.200 templos, capillas y ermitas que tenemos en Cantabria y en el Valle de Mena, necesitamos cuantiosos recursos económicos y por ello os invitamos a colaborar. El Sr. Ecónomo diocesano os envía propaganda y materiales para realizar bien esta Jornada pro Templos en nuestra diócesis.

Os agradezco de antemano vuestra colaboración para que nuestros templos, capillas y ermitas sigan siendo casas de oración y de misericordia.

Con mi afecto, gratitud y bendición                                                                                                                                  +Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander.