Texto para la oración.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
‘He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

(Lucas 12,49-53)

Comentario al texto

En este camino hacia Jerusalén, que nos describe el evangelista, Jesús se dirige a sus discípulos con mayor exigencia cada vez. Jesús es consciente, cada vez más, de que la proclamación de la buena noticia del reino con todo lo que comporta de apertura gozosa a los pobres, a los enfermos y pecadores, es acogida por algunos, pero sin embargo choca con la incomprensión de otros. A esta situación corresponden estas palabras. Su venida es como un fuego discriminatorio que puede llegar incluso a producir esa división. Pero su fuego es un fuego de amor, por eso, que otro deseo, sino que arda: ojalá estuviera ya ardiendo. La decisión por el reino aquí y ahora, conlleva un compromiso serio que a veces produce separación y desgarro. Confrontamos los intereses de Dios con nuestros intereses. Y los intereses de Dios son el amor desinteresado y la entrega a quienes más lo necesitan. Esto a veces no se entiende y “las fuerzas del mundo” luchan contra el que lo practica. Así sólo se entiende la frase de Jesús ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? Esa paz del todo vale, del querer estar a bien con todos, sin compromiso alguno; que pacta con la mentira. Y como dice el Papa Francisco, hemos pactado con la “cultura del bienestar que nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, es más lleva a la globalización de la indiferencia… (En Lampedusa, 8 de julio de 2013)

Oración con el texto

Vamos a dejarnos guiar en esta oración por algunas palabras del Papa Francisco en aquella visita a Lampedusa, a la que más tarde sucedieron otras. Una visita que podría ser a cualquier lugar de dolor y dificultad. Recordemos los recientes dramas en Niza, en EE.UU., en Alemania…

*Me sitúo, con la imaginación, en alguno de esos lugares, de dificultad, de desamparo de nuestros hermanos, de dolor…  ¿A qué lugar quiero yo acercarme? ¿Desde dónde puedo hacer esta oración?

*Vuelvo sobre las palabras del Evangelio: Dijo Jesús: He venido a traer fuego en el mundo, y, ¡ojalá estuviera ya ardiendo!

*Me pregunto ¿cómo introducir este fuego en el mundo hoy?

En el año de la misericordia

Recordemos estas palabras del Papa Francisco:

– ¿Dónde está tu hermano?, la voz de su sangre grita hasta mí… ¿Quién se responsabiliza de este grito? Hoy hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna. Vemos al hermano medio muerto y seguimos camino, no nos compete, y con eso nos quedamos en paz. La cultura del bienestar que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros.

– ¿Dónde está tu hermano? ¿Quién ha llorado por situaciones de dolor de los hermanos -sea la que sea-? Pidamos al Señor la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que hacen posibles tantos dramas humanos.

– Padre, perdón por quien se ha acomodado y se ha encerrado en su propio bienestar que anestesia el corazón, te pedimos perdón por aquellos que, con sus decisiones a nivel mundial, han creado situaciones que llevan a estos dramas. Perdón, Señor.

Señor, que yo sepa también escuchar tus preguntas: ¿Dónde está la sangre de tu hermano? Para que arda el amor en el mundo. AMEN