♦ Texto para la oración.
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: “Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, sí echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.»¿0 qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrán salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lucas 14, 25-33)
♦ Comentario al texto
Entramos en los textos centrales del evangelio de Lucas que narran la subida de Jesús a Jerusalén. Son textos propios de este evangelista y en ellos aborda uno de sus temas preferidos: el seguimiento de Jesús. Son palabras de Jesús que describen con exigencia al discípulo: Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío… el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío. El discípulo ha de preferir a su Señor, ha de estar dispuesto a cargar la cruz siguiendo al Maestro y ha de imitarle en su estilo de vida, el desapego de todo. En el centro del relato Lucas nos hace caer en la cuenta de que quien desea emprender algo grande, antes examina cuidadosamente si cuenta con los medios para realizar el proyecto planeado. La gran empresa aquí consiste en seguir a Jesús y esto exige buena disposición y reflexión, seriedad y entrega incondicional. Este es el sentido de las dos parábolas situadas en el centro del texto.
♦ Oración con el texto
Comienzo la oración haciendo silencio y serenando la mente. Puedo centrarme en la respiración y mientras percibo que el aire entra en mis pulmones, pronuncio lentamente con mis labios: Jesús, hazme discípulo tuyo… Jesús, hazme discípulo tuyo…
Leo de nuevo el texto y dejo que en mi interior cale esta pregunta de Jesús: ¿Tú estás dispuesto a seguirme con la cruz? ¿Tú estás dispuesto a imitar mi estilo de vida? ¿Tú estás dispuesto a la renuncia por ser mi discípulo?… Mido mis fuerzas, siento mi debilidad, mis temores y límites…
Pido la fuerza del Espíritu, que me conceda una fe y una valentía que me hagan fuerte para ir, tantas veces, contracorriente.
-El seguimiento es una experiencia honda de cercanía con Jesús: ¿cómo cuido esta cercanía? ¿cómo busco espacios de encuentro y oración? ¿cómo soy fiel a la escucha de la Palabra?
Me pregunto así por mis actitudes ante el seguimiento de Jesús.
-Hoy, Jesús, me pides que te siga, que te imite.
Que opte por una vida similar a la tuya.
Que viva de tu mismo corazón, de tu mismo espíritu, de tu amor gratuito.
Que asuma los sacrificios que conlleva amar a todos.
Ayúdame, Jesús resucitado, a ser discípulo tuyo;
Tú eres mi Maestro, fuente y principio de vida nueva.
Vives con nosotros, nos das tu Espíritu.
Fortaleces mi corazón, sostienes mis deseos.
Hoy, Señor, nos haces discípulos tuyos.
En el año de la misericordia
Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. Y esto es lo mismo para todos. No lo decepcionemos. No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos confianza con confianza.
(Papa Francisco. Angelus, 16 de noviembre de 2014)