♦ Texto para la oración
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: ‘Jesús, maestro, ten compasión de nosotros’. Al verlos, les dijo: ‘Id a presentaros a los sacerdotes’. Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: ‘¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?’. Y le dijo: ‘Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. (Lucas 17, 11-19)

♦ Comentario al texto
El texto de Lucas que hemos leído este domingo lo encontramos solo en este evangelista. Sólo Lucas nos narra este episodio en el que están implicados diez leprosos. Se trata de un milagro comunitario. Y lo que Lucas quiere resaltar es el comportamiento tan diferente de unos y de otros. Los leprosos, en aquella sociedad, vivían aislados de su familia y del pueblo y muchas veces eran considerados como pecadores públicos. Es importante caer en la cuenta de todo el desarrollo de la escena: Jesús, movido a compasión, cura a esos diez leprosos, pero además se preocupa de su inserción en la sociedad, por ello les dice que se presenten a los sacerdotes para que certifiquen esta curación: Id a presentaros a los sacerdotes. ¿Cuál es el comportamiento de los diez que han sido curados? Sólo uno se vuelve agradecido: se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Lucas resalta que se trataba de un hombre extranjero, que recibe de Jesús la salvación plena como se recoge en sus palabras: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. No basta con buscar la ayuda de quien creemos que puede dárnosla, es necesario el reconocimiento y el agradecimiento de algo que se ha recibido gratuitamente.

♦ Oración con el texto
Comienzo la oración, una vez que he leído, pausadamente, la Palabra y su comentario, hago silencio en mi corazón, para que la Palabra que acabo de leer, y que he escuchado, en la proclamación solemne de este domingo, sea acogida en mi corazón y transformada en actitud de vida.
-¿Qué me enseña el evangelio de este domingo? Me enseña una actitud básica humana y cristiana, me enseña a ser agradecido.
– Caigo en la cuenta de la actitud y los gestos del samaritano, el extranjero:
* Se volvió alabando a Dios: reconoce de dónde le ha venido la gracia.
* Se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias: Con ese gesto reconoce a Jesús como Dios y agradece el regalo recibido.
-Escucho, de nuevo las palabras de Jesús, como si en este momento me las dijese a mí: ‘Levántate, vete; tu fe te ha salvado’
Cuando Jesús me dirige esta Palabra siento que me ha hecho un hombre, una mujer nueva. Me libera por dentro y por fuera, me limpia de mis lepras, de mis aislamientos. Me habla de compasión y perdón.
-Hago silencio y contemplo: la compasión de Jesús y la fe del samaritano.
-Pido el regalo de escuchar, en mi corazón, esas palabras de Jesús que fortalecen y dan vida: Levántate… tu fe te ha salvado. Doy gracias…
En el Año de la Misericordia
Dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida… Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que él venga. Deja que Jesús te cure.
Ante el amor, ante la misericordia, ante la gracia divina derramada en nuestro corazón, la consecuencia que se impone es solo una, la gratitud.
Homilía Papa Francisco. Febrero 2015