♦ Texto para la oración
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos dado… y es su nombre Maravilla de Consejero, Dios Padre, Príncipe de la Paz. (Isaías 9, 1.3)
…Le llegó a María el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: ‘No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre’… (Lucas 2, 1-14)

♦ Comentario al texto
Las lecturas de los textos de la noche de Navidad nos invitan a abrir nuestro corazón a la esperanza, una esperanza que tiene su apoyo en los signos de un presente que, cada año, se nos anuncian a los cristianos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. El signo de la luz que procede de Dios y que nos viene de Dios, ese Dios que se ha hecho niño en las entrañas de una mujer: Dios en persona viene a salvarnos, dirá en otro lugar.
Un niño nos ha nacido, él será Luz de las naciones, Sabiduría admirable, Príncipe de la paz, Mesías, Salvador. El Señor.
Ese Dios, que ya está en medio de nosotros, trae consigo toda la alegría del Reino, toda la certeza de que Dios viene a darse en persona. Esa es la seguridad de nuestra esperanza. Esa es la razón de la alegría de todo el pueblo.

♦ Momento de oración
Si puedo, me sitúo, para orar, ante alguna representación del misterio de Belén. Allí, en adoración, como los pastores, releo, cuantas veces crea necesario el texto. Esa palabra que nos acaba de regalar el profeta Isaías y el evangelista Lucas.

– Voy descubriendo los signos de esa presencia de Dios: en ese niño del pesebre, luz para todos los pueblos, esperando a cualquiera que busque acercarse a él
– Reconozco en mi interior, Dios en persona viene… Dios en persona entra en la historia, en nuestra historia, en mi historia personal. Se hace cercano, Consejero, Mesías, Salvador. Voy nombrando esos títulos queriendo entender la profundidad de su significado para mí, para este pueblo, Iglesia de Jesús.
– Contemplo, con mis ojos, los personajes que forman parte de esta historia: María que “le envuelve en pañales y le recuesta en un pesebre”. Los pastores, los primeros en recibir el gozo de esta noticia. El ángel, mensajero de Dios. Y en el centro de la escena ese niño, al que puedo mirar con mis ojos, tocar con mis manos. Ese niño que encierra el misterio de Dios.
– Contemplo también la sencillez que envuelve este gran acontecimiento, comienzo de una historia nueva y distinta.
– Pido al Señor la fe de María, su entrega al proyecto de Dios. La fidelidad de José. La simplicidad de los pastores y su prontitud para ponerse en camino ante el anuncio del ángel. La capacidad del mensajero de Dios para transmitir la buena noticia, portadora de alegría y de luz.
– Puedo terminar orando con el salmista: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor. Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.