DOMINGO SÉPTIMO. TIEMPO ORDINARIO (19 de febrero)

93

El Evangelio de este domingo nos dice con palabras claras y concretas cómo el discípulo de Jesús es sal y luz en medio de las gentes. Son actitudes que iremos aprendiendo de Jesús, a lo largo del año, tal como nos lo irá presentando el evangelio de Mateo. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo

► Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: ‘Sabéis que está mandado: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pida, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo». Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’. (Mateo 5, 38-48)

► Pensar la Palabra

El lenguaje de Jesús es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de nadie. Quien se parezca a Dios, no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de todos incluso de sus enemigos.

► Orar y contemplar la Palabra

– Haz un espacio de silencio para la lectura reposada de este texto. Contempla a Jesús, imagina su rostro sereno, su palabra cálida. Jesús va a proclamar la desmesura del amor. Esa novedad que no tiene otro fundamento que la contemplación del Padre lleno de compasión y misericordia para con todos.
– Medita este texto del Papa Francisco que nos ayuda a comprender la lectura de este domingo: “El evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia, en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”. (La alegría del Evangelio. Nº 88)

► Actuar desde la Palabra

Jesús presenta a sus discípulos una clave de transformación social: devolver bien por mal. Esta es la novedad provocadora de Jesús, frente al “ojo por ojo…” de la antigua ley del Talión. El discurso llega a la cumbre en la propuesta del amor a los enemigos que se fundamenta en el mismo amor de Dios que hace salir el sol sobre malos y buenos. En el amor consiste la bondad en su plenitud, es decir, la perfección.
– Compromete tu vida en el amor, en la no violencia, en la defensa de los más débiles, en la revolución de la ternura.

-Termina la oración recitando despacio el Padrenuestro, sintiéndote hijo de Dios y hermano de todos los hombres y mujeres. Sintiendo con fuerza esa llamada al amor, al perdón, al servicio, a la entrega. Es lo que nos distingue como discípulos.