DOMINGO DE PENTECOSTÉS (4 de junio)

224

El Espíritu hace presente a Jesús en la comunidad cristiana, recordándonos su mensaje, haciéndonos caminar en su verdad, interiorizando en nosotros su mandato del amor. A ese Espíritu invocamos en esta fiesta de Pentecostés: Ven Espíritu Santo y enséñanos a invocar a Dios con ese nombre entrañable de «Padre» que nos enseñó Jesús. Si no sentimos su presencia buena en medio de nosotros, viviremos como huérfanos. Recuérdanos que sólo Jesús es el camino que nos lleva hasta él. Que sólo su vida entregada a los últimos nos muestra su verdadero rostro. Sin Jesús nunca entenderemos su sed de paz, de justicia y dignidad para todos sus hijos e hijas. (Pagola)

►Escuchar y acoger la Palabra
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: ‘Paz a vosotros’. Y diciendo esto, les enseño las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les repitió: ‘Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo’. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. (Juan 20, 19-23)

►Pensar la Palabra
Han pasado cincuenta días desde la Pascua de resurrección. Hoy la Iglesia celebra el acontecimiento de Pentecostés. Pentecostés representa, y así lo expresa Juan en su evangelio, la transformación, el cambio radical de los discípulos de Jesús: del desconcierto y la primera incredulidad ante el descubrimiento de la tumba vacía, a la alegría de los discípulos al ver al Señor. Ver al Señor es la confirmación de la experiencia pascual.
Jesús resucitado rompe la decepción y el miedo y les envía con la fuerza del Espíritu a mostrar al mundo la salvación de Dios: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Por último, Jesús exhala su aliento sobre ellos, como gesto de una nueva creación y les dice: Recibid el Espíritu Santo.
Es el punto culminante del relato. Es el momento cumbre del cumplimiento de las promesas.
La presencia de Jesús resucitado abre las puertas cerradas, barre los miedos, fortalece los ánimos y devuelve la esperanza.

►Orar y contemplar la Palabra
El misterio de Pentecostés y la Palabra que acabamos de leer nos invita a mirar a nuestra iglesia. Nosotros somos los nuevos discípulos.
– Necesitamos experimentar la alegría del encuentro con Jesús resucitado.
– Necesitamos acoger su paz.
– Necesitamos recibir la misión de perdonar y reconciliar.
– Necesitamos un nuevo Pentecostés que nos devuelva la vida y la alegría, que fortalezca nuestro ánimo y nos devuelva la esperanza y la pasión por el Reino.
¡Ven Espíritu Santo!
Ven, aliento de vida, brisa que hace revivir.
Ven Espíritu, fuego que prende en nuestro interior.
Ven Espíritu de la verdad y de la vida,
de la alegría y de la esperanza.
¡Ven espíritu Santo!

►Actuar desde la Palabra
También hoy es posible un nuevo Pentecostés que realice en nosotros las mismas maravillas. Me comprometo a abrir mis puertas al Espíritu y vivir “en salida” como nos invita el Papa Francisco. Superar todo miedo porque mi fuerza es el Espíritu, vivir con esperanza porque creo en el Espíritu. Sentirme enviado por el Padre y vivir como discípulo de Jesús.