DOMINGO 17º DEL TIEMPO ORDINARIO (29 de Julio)

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Teresa de Jesús nos invita a suplicar el verdadero alimento: Pues entendiendo el buen Jesús… nuestra flaqueza y cómo muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor… pues cumplirla vio ser dificultoso, porque decir a un regalado y rico, que es voluntad de Dios que tenga cuenta con moderar su plato, para que coman otros siquiera pan, que no mueran de hambre… Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor… Y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir. (Camino 33, 1)

 

Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe: ‘¿Con qué compraremos panes para que coman estos?’… Felipe le contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo’. Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero ¿qué es eso para tantos?’.  Jesús dijo: ‘Decid a la gente que se siente en el suelo’. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo, todo lo que quisieron, de pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: ‘Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie’. Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: ‘Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo’. Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo. (Jn 6, 1-15)

 

Iluminar la Palabra

Hemos cambiado de autor, y durante cinco domingos vamos a leer, de San Juan, el llamado discurso del pan de vida. A lo largo de estos domingos vamos a ir entrando en la enseñanza de Jesús y en el signo que la acompaña y, al mismo tiempo, en la actitud de los apóstoles. Es por tanto, como vemos, un texto de gran riqueza. Más que el carácter   milagroso de este signo, la narración nos presenta la figura de Jesús, su autorrevelación. También es importante su significado eucarístico.

 

Orar y contemplar la Palabra

Me sitúo ante la escena evangélica como delante de un ikono. Puedo imaginar ese momento y mientras vuelvo a leer el texto, voy dibujándola en mi interior, como en un lienzo, con el deseo de que esta imagen, con tanta riqueza de elementos, quede grabada en mis entrañas.

Leo de nuevo el texto y contemplo a Jesús, cómo se conmueve por las condiciones de tanta gente sin comer. En el texto de Juan, Jesús está en el centro del relato, Él es la respuesta a las necesidades más profundas de la persona. ¿Con qué compraremos panes para estos? ¿Qué vamos a hacer con toda esta gente empobrecida, que pasa hambre… y sobre todo, tantos niños hambrientos a causa de la situación actual? El evangelista nos dice que hay un muchacho dispuesto a compartir lo que llevaba. Cuando Jesús se encuentra con aquel joven comienza a funcionar otro modo de ver las cosas y de actuar: la solidaridad hace posible que ya no haya hambre: Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Ante la situación actual, hoy, también nos preguntamos: ¿qué podemos hacer? Y nos excusamos, a veces, como Andrés, diciendo: ¿qué es esto para tantos?

¿Cómo haremos para que coman estos?, nos repite hoy Jesús. Sed solidarios, cada uno, con lo poco o mucho que posee. Tened compasión y misericordia, haced gestos concretos que hablen de compartir, despertad la esperanza de quienes sufren más directamente las consecuencias de esta situación. Quizá andamos despistados preguntándonos por los culpables, mientras el hambre crece en el mundo por culpa de todos. La Palabra de Jesús ante esta situación es clara y contundente: ¿Cómo daremos de comer a estos…?