DOMINGO 5º DE CUARESMA (7 de abril)

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Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.  Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?’. 
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra’. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: ‘Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?’ Ella contestó: ‘Ninguno, Señor’. Jesús dijo: ‘Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más’. (Jn, 8, 1-11)

Iluminar la Palabra

Las lecturas que venimos escuchando los últimos domingos nos van presentando de diversas maneras el modo de actuar de Dios: Jesús ha presentado un rostro de Dios misericordioso, cercano a los pecadores, perdonador, que espera pacientemente siempre. Un Dios que a los escribas y fariseos les cuesta entender. Jesús, rostro de Dios se presenta ante los fariseos como alguien, a quien le importa más las personas que sus actos: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más. Es un Dios que quiere la vida. De nuevo los letrados y fariseos enfrentan a Jesús con la ley: La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?’.  Le obligan a tomar una decisión: la ley condena el adulterio. Está acorralado. Jesús, jugando con la misma ley, que prevé que el denunciante sea el primero en arrojar la piedra, devuelve la ley a su verdadero sentido. Y ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno… La ley no está hecha para condenar sino para ser luz y guía en la vida, para iluminar comportamientos, para defender a los débiles ante el privilegio de los fuertes. La verdadera ley, la verdadera voluntad de Dios es siempre salvífica: Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más. La mujer queda liberada de la ley y del pecado, para caminar, libre y con dignidad, de pie, hacia adelante.

Orar con la Palabra

– Una vez que he leído el comentario para profundizar en el texto…

– Vuelvo sobre su lectura: Hago una lectura reposada, serena, repaso la escena detenidamente: miro a Jesús, escucho de nuevo sus palabras de perdón y de luz, entro en mi interior para descubrir cuál es mi lugar en esta escena. De todos los personajes que nos presenta el evangelista, yo ¿con quién me identifico?:

> En este momento personal mío, mirando a los acusadores y mirando a la acusada, ¿cómo me descubro yo? Como veíamos el domingo anterior todos necesitan sanación y perdón. Pero también, una vez más, vemos que la conversión de los que se creen buenos es más difícil. Ellos desaparecen de la escena: se fueron escabullendoComo vimos en la parábola del hijo pródigo, el domingo anterior, el final queda abierto, a la espera de mi respuesta personal…

> Pido la actitud de la mujer que atrae la compasión de Jesús y escucho en mi interior su palabra: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

> Acojo la mirada misericordiosa de Jesús. Siento el regalo del perdón y de la libertad.