El Sr. Obispo durante la incensación de la imagen de Santiago, apóstol.

 

Este año se celebró la Misa de Santiago sin el boato acostumbrado en esta fiesta patronal de la ciudad. Sin embargo, aunque el resto de los festejos se terminasen suspendiendo, la celebración de la Eucaristía, en esta ocasión, ha reunido a las autoridades civiles y militares que han querido acompañar a nuestro Obispo, D. Manuel, en una Misa con un cariz especial: pedir por las víctimas del coronavirus y de otras enfermedades que fallecieron durante la pandemia y a las que, el estricto confinamiento, impidió la celebración normal de las exequias con las que los fieles cristianos despedimos a nuestros familiares difuntos.

Durante la celebración, Mons. Manuel Sánchez Monge, alabó la humanidad, profesionalidad y lo arriesgado de su servicio «hasta dar la vida por cuidar la ajena» de los sanitarios como indicó en su homilía. También tuvo palabras de agradecimiento para los capellanes de hospitales, militares y fuerzas de orden público, así como para los voluntarios que han hecho posible la atención de los enfermos y sus familias.

Durante su homilía, además, hizo un alegato en que indicó la impertinencia de ciertas actitudes, que no corresponden con el desafío a enfrentar en el momento actual. Así repitió por cuatro veces la admonición “Este no es tiempo” para acompañarlo de estos peligros: la indiferencia, el egoísmo, la división y el olvido.

En la celebración en la que, además, pudo oírse nítido el testimonio de 3 personas que, a modo de ejemplo, resumieron el sentir de lo vivido durante la pandemia. Fue duro escuchar el testimonio de Rocío, una mujer que ha superado la enfermedad del covid-19, sobre su descubrimiento de la importancia de la fe y cómo la ayuda de Dios ante la adversidad se sirvió del valor de la oración de tantos que, durante su aislamiento hospitalario, les hizo sentir paz y confianza. También, Fernando, médico internista en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, y que ha narrado cómo en tantos compañeros suyos ha visto el mismo amor de Dios en la atención de los enfermos y sus familias. Además, un sacerdote que fue capellán durante el confinamiento, Pedro Miguel, que ha referido la necesidad de la atención espiritual en los momentos últimos de la vida y cómo fue esta durante la pandemia y a los pacientes aislados por la covid-19. Como la presencia del capellán ayudaba a preparar y acoger con paz el momento de la dolorosa despedida en estos momentos que, en palabra de Sánchez Monge en su homilía, «la muerte nos ha golpeado duramente. La pandemia ha causado el sufrimiento más desgarrador en el corazón de muchas familias, que han visto enfermar y fallecer a sus seres queridos, en muchas ocasiones sin poder ofrecerles la compañía y consuelo que hubieran deseado».