Con motivo de la celebración, este pasado domingo17 de enero, de la Solemnidad de San Antón, ermitaño egipcio tenido por patrón y protector de los animales, tanto en Sámano como en Castro-Urdiales, han tenido lugar las tradicionales bendiciones de los animales domésticos y de compañía.

Asimismo, se repartieron los típicos panecillos de San Antón, a los que se inserta una moneda para demandar prosperidad para el año recién iniciado, se informó desde las parroquias.

La primera ceremonia tuvo lugar en el pórtico de la Parroquia de San Nicolás de Bari en la Pedanía de Sámano, una vez celebrada la Misa oficiada por el Padre Fernando Remón. El sacerdote leyó la invocación y efectuó el asperjado con el hisopo a los animales traídos por sus propietarios.

Por su parte, en Castro, los actos se desarrollaron en la entrada de la Iglesia del Sagrado Corazón, una vez concluida la Eucaristía de las 13 horas y que fue celebrada por el presbítero Castreño, Eusebio Arregui.

La concurrencia aquí fue más numerosa  y los presentes siguieron las indicaciones de los miembros de Protección Civil que se encargaron de que se observaran las medidas de seguridad sanitarias.

Aplazamiento en otras parroquias

En la parroquia de San Roque del Sardinero de Santander, de gran raigambre en la bendición de las mascotas en el día de San Antón, este año se ha suspendido la costumbre debido a las restricciones por el COVID-19.

Igualmente, hasta hace no muchos años, en esta iglesia, se podía presenciar a los mandos de caballería de la finca militar de la Remonta que el día de San Antón llevaban a bendecir los caballos, ofreciendo así una vistosa estampa. Muchos aún recuerdan a don Lucas Ontoria, párroco de San Roque que durante años bendijo a muchos animales en la jornada de San Antón.

En otros casos, como en la parroquia de la Asunción de Torrelavega, la bendición de animales se ha trasladado al próximo 16 de agosto, festividad de San Roque, santo éste que siempre aparece acompañado de un perro.

San Antón

La tradición cuenta que San Antonio Abad (o San Antón) era un ermitaño de los primeros siglos que tras cuidar de las crías de una jabalina, ésta, agradecida, se hizo su compañera de por vida y se convirtió de salvaje a doméstica.