Si en febrero el 2013 conocíamos con tristeza la noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI, también el pasado 31 de diciembre sucedió igual. Un sentimiento agridulce, ya que esa tristeza también dejaba paso a la certeza de que ya goza junto a Dios, de que ha podido ver ya cara a cara a la Verdad.
En nuestra Diócesis, nuestro Obispo, D. Manuel, desde el primer momento nos ha invitado a los diocesanos a elevar súplicas a Dios por este siervo bueno, por este humilde trabajador de la viña del Señor. Y esta mañana, como comunidad diocesana, nos sumábamos a la celebración del funeral, que también en muchas parroquias –si no en todas– se ha visto anticipado desde el último día del pasado año.
Una solemne celebración que ha contado con la asistencia de numerosos fieles y en la que de modo especial ha querido participar la alcaldesa de la ciudad, Doña Gema Igual. También han concelebrado una treintena de sacerdotes.
Hoy la homilía de nuestro Obispo resaltó las particularidades más vibrantes de la vida de un sucesor de san Pedro que no se aferró al ministerio petrino. Resaltó como en su quehacer teológico siempre consideró la belleza como un camino privilegiado para el acceso a Dios y se esforzó por mostrar la cercanía de Dios en la persona de Jesús, cuyo encuentro cambia radicalmente la vida y abre horizontes nuevos. Una fe para la que buscó testigos y que propuso como remedio frente a las idolatrías.
Descanse en Paz.