En España el domingo de la Santísima Trinidad celebramos la Jornada por los contemplativos y contemplativas. Una jornada eclesial para orar por ellos y manifestarles nuestra sincera gratitud por sus vidas entregadas a la alabanza trinitaria, la ofrenda permanente al Señor de sus vidas y el ejercicio activo de la caridad según la propia vocación.

El lema para la Jornada de este año 2017 es Contemplar el mundo con la mirada de Dios. Es una expresión tomada de la nueva Constitución Apostólica para la vida contemplativa femenina del papa Francisco, Vultum Dei quaerere (2016), en su n. 10. ¿Cómo es la mirada de Dios? San Juan de la Cruz dice que el mirar de Dios es amar (cf. Cántico espiritual, comentario a la Canción XXXII); eso significa que Dios siempre mira al mundo y a cada ser humano desde el amor eterno que hay en las Tres Personas Divinas. Y san Agustín nos recuerda que el Padre es el eterno amante, el Hijo es el eterno amado, y el Espíritu es el amor eterno de ambos que ha llegado hasta nosotros (cf. De Trinitate, Lib. XV, cap. 3, 5). Dios siempre nos contempla con una mirada compasiva y misericordiosa, benévola y llena de ternura. Así lo testifica la Sagrada Escritura. En los evangelios aparece la mirada del amor incondicional de Dios que siempre nos salva: Jesús miró al joven rico y lo amó (Mc 10, 21); miró al publicano Mateo y lo llamó (cf. Mc 2, 14); vio al paralítico y lo curó (cf. Mc 2, 5); miró a la pecadora y la perdonó (cf. Lc 7, 48); vio al leproso y tuvo compasión de él (cf. Mc 1, 40); vio a la muchedumbre hambrienta y la sació (cf. Jn 6, 1-13); vio a Jerusalén cerrada a la conversión y lloró por ella (cf. Lc 19, 41); vio el débil corazón de Pedro y le aseguró la oración por él (cf. Lc 22, 32). Dios nos ama con los amores más nobles y hermosos que existen en el mundo: el del padre y la madre, el de los esposos, los hermanos y los amigos, y los supera a todos. Sí: el mirar de Dios que nos ha manifestado Jesucristo es amar, y amar siempre, a todo hombre y a todo el hombre. Y en esa mirada cada ser humano redescubre su dignidad y su verdadera identidad: ser amado por Dios.

Los monjes y monjas que oran y trabajan en los 12 monasterios de nuestra diócesis de Santander han sido mirados por Dios con un amor que ha cautivado sus corazones transformándolos. Y ellos aprenden a diario a contemplar al mundo y a cada persona con la mirada divina que es amorosa y compasiva, intercesora y benévola, bendita y salvífica, amando hasta hacer suyas las penas y las tristezas de los hombres, con sus gozos más nobles y sus esperanzas más altas. El papa Francisco (VDq 36) desea a nuestras hermanas contemplativas: “Que el Señor realice en vuestros corazones su obra y os transforme enteramente en él, que es el fin último de la vida contemplativa; y que vuestras comunidades o fraternidades sean verdaderas escuelas de contemplación y oración. El mundo y la Iglesia os necesitan como “faros” que iluminan el camino de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo”.

Contemplemos el mundo y a cada hijo de Dios con la misma mirada de Dios, nuestro Padre. Con esa mirada que todo lo cambia y todo lo transforma. El cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464) rezaba así: “¡Qué admirable tu mirada, oh Dios de la contemplación, para todos los que la buscan! Con tu mirada, Señor, das vida a todo espíritu, regocijas a todos, alejas toda tristeza. ¡Mírame, pues, compasivo, y mi alma será salva!” (La visión de Dios, cap. IX. 3). Aprendamos todos de las personas consagradas en la vida contemplativa de nuestra diócesis a mirar al Señor, fijando los ojos en Aquel que inicia y completa nuestra fe (cf. Heb 12, 2): Jesús, el Redentor del mundo.

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander