Durante el encuentro con la UISG, la asociación que reúne a las superioras de todas las órdenes religiosas, una de ellas le ha preguntado directamente al Papa: “¿Por qué la Iglesia excluye a las mujeres como diáconos?”. Y otra ha insistido: “¿Por qué no constituye una comisión oficial que estudie esa posibilidad?”. Como si reflexionara en voz alta, añadió: “¿Constituir una comisión oficial para estudiar la cuestión?”

Recientemente, con este título, “Crear una comisión de estudio me parece plenamente justificado”, D. Santiago del Cura Elena, profesor de la Faculta de Teología de la UPSA y miembro de la Comisión Teológica Internacional cuando se elaboró en el año 2002 un documento sobre la evolución histórica del diaconado, ha publicado un interesante artículo que resumo a continuación.

“Cuando se recurre a los primeros siglos de la Iglesia no se pretende, reinstaurar sin más un ministerio antiguo, Se trata de inspirarse en ellos para responder a necesidades actuales. Algunas tareas (administrar el bautismo, presidir un funeral, asistir en la celebración de matrimonios, asumir responsabilidades catequéticas, desarrollar funciones caritativas…) las realizan ya muchas mujeres sin que para ello necesiten ningún tipo de ordenación”.

A mi modo de ver, escribe el profesor, pueden constatarse diversas direcciones en las propuestas teológico-pastorales:

a) reconocer a las mujeres un mayor protagonismo y responsabilidad en la vida ministerial de la Iglesia sin necesidad de bendiciones u ordenaciones especiales

b) establecer un rito de bendición para las diaconisas con oración e imposición de manos que no tendría sin embargo el alcance de una ordenación sacramental

c) abrir el acceso de las mujeres al diaconado en sentido propiamente sacramental pero sin que conllevara su acceso al presbiterado ni al episcopado (estos serían grados sacerdotales, mientras que el diaconado sería grado ministerial

Teniendo en cuenta el actual Código del Derecho Canónico, las dos primeras propuestas mencionadas no causan dificultad alguna, la tercera sería teológicamente impensable teniendo en cuenta que según el Vaticano II, el diaconado no es «para el sacerdocio, sino para el ministerio», aunque no puede olvidarse que el sacramento del orden constituye una unidad, un único sacramento.