DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO – FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS
(1 de noviembre)

♦ Texto para la oración

“En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: ‘Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichoso vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. (Mateo 5, 1-12)

♦ Comentario al texto

El itinerario que venimos haciendo de los domingos del tiempo ordinario, hoy se interrumpe por la celebración de la Fiesta de Todos los Santos. Es la fiesta de todos los que estamos en camino hacia una vida de plenitud y también de los que gozan ya de esa eternidad. Esa vida de plenitud está anunciada por este texto que nos presenta el evangelista Mateo: LAS BIENAVENTURANZAS: El camino de plenitud, de felicidad. Nos propone nueve situaciones de vida que, de una manera u otra, hemos podido vivir en algún momento. Situaciones que, vividas al estilo de Jesús, nos ofrecen la garantía de una vida plena. El cuadro que describe el evangelista nos presenta a Jesús, sentado, en medio del gentío, con los discípulos cercanos a él. Es la figura del maestro que imparte su enseñanza. Las bienaventuranzas se ofrecen a los discípulos, en primer lugar, y a todo el gentío que le escucha.
♦ Momento de oración

-Como ese gentío, como los discípulos me acerco a Jesús para escuchar su palabra. Me dirijo a él y le digo: Señor, sé que solo tú eres mi roca y mi descanso, mi anhelo y mi felicidad. Haz que tu Palabra renueve todo mi ser.

-De nuevo leo el texto. Me hago consciente de la escena. ¿Quiero ser yo uno de los discípulos que escucho a Jesús de cerca? Me sitúo junto al gentío. Saboreo la palabra de felicidad que él tiene para mí. De los pobres es el reino; los que lloran serán consolados, los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados, los limpios de corazón, verán a Dios…

-Es en lo cotidiano, en el encuentro con el otro, en las situaciones de cada día, donde encontramos a Jesús. Él nos propone vivir todas las facetas de la vida apostando por la felicidad.

-Jesús me espera en la realidad y es ahí donde me llama a vivir fraternalmente. ¿Cómo vivo yo mi realidad?

-En el servicio, la entrega y la felicidad de los demás encuentro el generoso regalo de la mía.

-¿Cómo está mi vida en la búsqueda de la felicidad?

*Termino la oración en dialogo con Jesús… Le cuento cómo está mi vida… qué me dice su Palabra… qué me dice esta oración… y le pido, con palabras sencillas: Señor, que viva desde tus bienaventuranzas.