DOMINGO 32 DEL TIEMPO ORDINARIO (11 de noviembre)

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Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente dijo:   ‘!Cuidado con los escribas¡ Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencia en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Estos recibirán una sentencia más rigurosa’.

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: ‘Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. (Marcos 12, 38-44)

Iluminar la Palabra

En este evangelio se ponen de manifiesto dos actitudes contrapuestas. La primera es una llamada de atención: ¡Cuidado! No caigáis en una religiosidad de apariencia o en la búsqueda del aplauso y la propia complacencia. La segunda es la exaltación de la actitud de una mujer sencilla, una pobre viuda, que ofrece lo que tiene, aún lo necesario para ella, a favor de los que más lo necesitan. Es una doble enseñanza a sus discípulos que va marcando el camino del seguimiento de Jesús. Un camino de sencillez y entrega, lejos de la ostentación. Jesús les hace ver a sus discípulos que lo decisivo ante Dios no son las apariencias, sino la actitud interior. La generosidad de la viuda le nace de la total confianza en Dios. Es una mirada a los demás que necesitan de su entrega, aunque ésta parezca insignificante.

Orar y contemplar la Palabra

-La enseñanza de Jesús a sus discípulos me ayuda a revisar mis actitudes. ¿De qué parte estoy yo? ¿Cómo actúo?

-Hoy tu Palabra, Señor, es una pregunta: ¿qué haces por el Reino de Dios? ¿Cómo es tu confianza? ¿Cómo es tu entrega?

-Siento que, como a tus discípulos, me haces caer en la cuenta de la entrega de tanta gente que ofrece todo lo que tiene en favor de los demás, en silencio, humildemente, sin que nadie se dé cuenta…

Hago silencio… me paro a pensar delante de Jesús Jesús, que conoce mi corazón y mis actitudes: ¿Me voy dando cuenta de lo mucho que tengo y, al mismo tiempo, de lo poco con lo que se puede vivir?

Intento gustar la libertad de lo sencillo, la alegría de las cosas inesperadas, el valor de las cosas que no se pueden comprar, ni transportar: el encuentro de amistad, la contemplación de un paisaje, la vida de familia, el regalo del tiempo, la sonrisa de un niño… todo lo que me llega a mí gratuitamente… todo lo que siento como regalo de Dios.

Contemplo a Jesús, su vida. Toda su historia humana se resuelve en la entrega a todos, su entrega personal, su tiempo…

Cristo, a pesar de su condición divina,
se hizo uno de tantos
y se entregó por amor.

En nuestra vida podemos, si te miramos a ti,
acercarnos a Dios;
podemos considerar a todos como hermanos,
podemos superar la codicia del dinero y la apariencia,

Actuar desde la palabra

En la semana, al menos algún día, ofreceré de mi tiempo, de mi dinero, de mi compañía a quien lo necesite.