DOMINGO 33 DEL TIEMPO ORDINARIO (18 de noviembre)

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Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca,  a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. Aunque el día y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre”. (Marcos 13, 24-32)

Iluminar la Palabra

El año litúrgico está terminando y la Palabra de Dios nos hace experimentar, en un cierto sentido “el otoño de la humanidad”, el fin del mundo y de su historia.  El centro del relato de hoy describe un acontecimiento grandioso: la venida del Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con su gran poder y majestad, que alude al texto de Daniel del A. Testamento. Esta venida final traerá consigo la reunión: reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Este anuncio hace alusión a la salvación universal, y esto corresponde al proyecto –al designio- de Dios. Tanto la primera creación como el final de la historia están en manos de Dios, Señor de la historia. El texto nos anuncia también la resurrección, el creyente está llamado a un destino de plenitud:  la gran congregación de los elegidos de los cuatro vientos. El gran banquete de fiesta, imagen que aparece en otros lugares. Además, nos presenta, en un lenguaje simbólico, que todo ello irá precedido de señales inequívocas. Señales que los cristianos podrán descifrar con facilidad en el entorno en que se mueven. A esto hace referencia la parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca, pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca.

Orar y contemplar la Palabra

-La primera invitación del evangelio de hoy es a reconocer a Dios como Señor de la historia:

*Cuando las cosas van bien, Dios está en su interior invitándonos al gozo y la alabanza, un gozo y alabanza que se transformen en una mayor capacidad de servicio a los demás.

*Cuando las cosas van mal, Dios está también en su interior –no como quien las causa o permite, sino como quien las sufre en el sufrimiento de sus hijos- invitándonos a la resistencia desde la comunión con él. Todo está habitado por Él.

* Y porque Dios es el Señor de la historia, crece en mi interior la confianza: El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.

Aprended lo que os enseña la higuera, dice Jesús.

Creo Jesús, el hijo del hombre esta presente en todo lo que acontece. En todos los acontecimientos. Por eso me invita a penetrar, entrar dentro, en los acontecimientos, todos, hasta los más dolorosos y desconcertantes, para descubrir en ellos al Señor; más aún, me invita a estar despierto y vigilante ante su venida, no sea que la fuerza de los acontecimientos no nos deje ver al que es el Señor de esa historia: aprended de la higuera.

Actuar desde la Palabra

Durante esta semana estaré atento a lo que vivo, a mis relaciones, a mi trabajo con el deseo de descubrir a Jesús, Señor de la historia, en medio de mi vida.

Despertar la mirada, la escucha, toda mi sensibilidad para entender los signos de su presencia.