DOMINGO 3º DE PASCUA (5 de mayo)

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  • Escucha y acogida de la Palabra

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos en el lago (…) Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos de Jesús(…) Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer (…) Jesús les dijo: ‘Echad la red a la derecha de la barca y pescareis’. Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. Entonces, aquel discípulo a quien Jesús a quien Jesús quería mucho le dice a Pedro: ‘¡Es el Señor!’ (…) Jesús les dijo: ‘Venid a comer’ (…) Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado (…) Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?’. Pedro le contestó: ‘Sí, Señor, tu sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis corderos’. Volvió a preguntarle: ‘Simón, hijo de Juan, ¿me amas?’, Pedro le contestó: Sí, Señor, tu sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’. Por tercera vez le preguntó: ‘Simón, hijo de Juan ¿me quieres?’.  Pedro, entristecido porque Jesús le preguntaba por tercera vez si le quería, le contestó: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero’. Jesús le dijo: ‘Apacienta mis ovejas’ (…). Después le dijo: ‘Sígueme’

                                                                                                     (Jn 21, 1-19)

  • Iluminar la Palabra

El evangelio de Juan nos narra este domingo el tercer encuentro de Jesús con el grupo de los discípulos en su trabajo cotidiano, la pesca. La escena está repleta de elementos simbólicos como es propio de este evangelista: el lago como lugar de la prueba y la dificultad; la noche que señala la ausencia del Señor; el amanecer signo de la nueva luz, presencia del Señor resucitado: comenzaba a amanecer cuando Jesús se presentó en la orilla; los muchos peces, símbolo de plenitud. El esquema de la narración es el habitual de los relatos de apariciones: La iniciativa de Jesús, que sale al encuentro cuando no se le espera; los signos que ayudan a su reconocimiento: la pesca milagrosa, la comida compartida tomó en sus manos el pan  Una novedad representa la segunda parte del texto, centrado en la figura de Pedro al que encomienda una misión que no puede ser entendida más que en las mismas claves que lo ha vivido Jesús: dar la vida por las ovejas.

  • Orar y contemplar la Palabra

– Una vez que he leído el texto, busco el lugar y la postura adecuada que me facilite este momento de oración. Puedo encender una vela símbolo de la presencia de Cristo resucitado. Me sitúo en este nuevo escenario: Voy repasando los signos que me ofrece el texto: el lago,  la noche, el amanecer… Dejo que estos signos me hablen a mí en este momento de mi vida…

– Escucho el diálogo entre Jesús y Pedro. Me sitúo en el lugar de Pedro. Hazte presente a ese diálogo de amor: ¿Simón… me amas más que estos? Y dile a Jesús que crees en su amor incondicional, en su amor gratuito, en su amor capaz de transformar la propia vida. Acoge la misión a la que él te envía: cuida de mi gente, acércate a los que más lo necesitan, acompaña soledades… apacienta mis ovejas.

-Continúo orando:

Señor, concédeme el regalo de encontrarte en la noche,

de descubrir la nueva luz, de tu presencia.

Pon en mi corazón el deseo de darme y entregarme.

De dar mi vida, como Pedro, en servicio a los más débiles.

Enciende mi corazón en el amor. Hazme constructor de paz.

Que camine por caminos de justicia y misericordia.

-Pide, hoy especialmente, al evocar la figura de Pedro, por su sucesor:

El papa Francisco que continuamente pide que oremos por él:

Que el Espíritu le fortalezca en la verdad y en el servicio.

Que le dé el gesto y la palabra oportuna para sembrar el bien.