DOMINGO 3º DE PASCUA (Día 30 de abril)

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Todos los discípulos, tanto hombres como mujeres pensaron, a lo largo de todo aquel sábado, que sólo les quedaba un cadáver en su sepulcro. Este es también el estado de ánimo que manifiestan estos dos que se vuelven a Emaús, desesperanzados.

►Escuchar y acoger la Palabra
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
Él les preguntó: ¿Qué? Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muere, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto…
Entonces Jesús les dijo: ¡qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y le reconocieron. Pero Él desapareció. Ellos comentaron: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras. Y levantándose al momento se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros que estaban diciendo: era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lc 24, 13-35)

►Pensar la Palabra
San Lucas nos ofrece, en este texto evangélico, una narración sobre el acceso a la fe. Encontramos a estos dos discípulos decepcionados ante el final de aquel que esperaban que fuera el futuro libertador de Israel, y había muerto en la cruz. Habían tenido noticia de algunas mujeres que decían que estaba vivo, pero a él no le vieron. Este es, en pocas palabras el estado de ánimo de los dos de Emaús. Su decepción les hace incapaces de reconocer al que camina con ellos.
Sólo un gesto, el partir el pan, disuelve la dureza que les impedía ver el significado de los datos. Pues la fracción del pan es el resumen de la vida de Jesús, cuerpo entregado y sangre derramada por nosotros, por nuestra salvación. Pero también es la base de la comprensión de la Escritura, en la que el gesto de amor de Jesús abre los ojos para entender el libro de la vida.

►Orar y contemplar la Palabra
– Contempla la escena, entra en el diálogo que se establece entre Jesús y los de Emaús y atrévete tú también a decir a Jesús, que camina a tu lado: Quédate con nosotros, quédate conmigo, pídele que, de luz a tus ojos para entender la Escritura, pídele que te dé el alimento que te hace capaz de ser testigo y proclamar: es verdad, ha resucitado el Señor.

►Actuar desde la Palabra
El texto de este domingo nos invita a descubrir y reconocer a Jesús en el pan partido y compartido en cada Eucaristía. Es el signo de una presencia que nos da fuerza para proclamar: ha resucitado el Señor

Somos familia en la fracción del pan / Sólo al partir el pan
podrán reconocernos. / Seamos pan hermanos.
Danos, oh Padre, el pan de cada día:
El arroz o el maíz o la tortilla.
(P. Casaldáliga)