DOMINGO 4º DE PASCUA (12 de mayo)

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  • Lectura y acogida de la Palabra

En aquel tiempo dijo Jesús: ‘Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado, es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo’

(Jn 10,  27-30)

 

  • Iluminar la Palabra

El texto del evangelio de este domingo nos sitúa ante la imagen de Jesús como Buen Pastor. Para entender bien esta parábola necesitamos acercarnos a la cultura del mundo en donde nace, donde se reconoce a la persona se con relación al grupo al que pertenece: familia, pueblo… La figura del pastor evoca el cariño, la vinculación, la responsabilidad ante los otros. La Biblia utiliza en distintos pasajes, la metáfora del pastor para nombrar a Dios mismo, para hacer alusión al ejercicio correcto en la actuación pública de los dirigentes de Israel. Incluso se asocia a la utopía en un orden social más justo y armonioso. El evangelista pone el énfasis en esa relación mutua entre las ovejas y el pastor: mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Se pone de manifiesto la actitud receptiva de “las ovejas”, con los verbos reconocer y seguir y que está haciendo referencia a la actitud del discípulo. Al Buen Pastor, Jesús, le adjudica el verbo conocer con el significado bíblico afectivo de querer, sentirse cercano, vinculado, responsable. Es el camino del amor que nos lleva a la plenitud de vida. Esta alegoría del pastor y las ovejas pone el acento en la dimensión personalizada, en esa relación mutua de Jesús con los suyos. Desde esta alegoría entenderemos hoy mejor el encargo de Jesús a Pedro, que leímos el domingo anterior: Pedro apacienta mis ovejas. Y esto se lo dice cuando ha escuchado de sus labios estas palabras: ‘Tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero’. Desde ahí, Pedro sabe que esta misión es un servicio, hasta el punto de dar la vida por las ovejas, como Jesús.

 

  • Orar y contemplar la Palabra

Es importante leer este breve texto sin perder ninguna de sus palabras: situándome en las distintas representaciones de esta escena. Puedo tener delante la imagen del Buen Pastor, ese Jesús que carga sobre sus hombros a la oveja perdida o a la enferma. Voy saboreando las pocas palabras de este texto: la fuerza de los verbos: escucharconocerseguir. Ahondando en el significado que acabamos de descubrir en el comentario al texto. Continúo, profundizando en la lectura de la Palabra: jamás perecerán, ni nadie me las arrancará.

Me dejo interpelar por la Palabra: ¿Cómo escucho yo la voz de Jesús, mi Buen Pastor? ¿Cómo es mi seguimiento? ¿Me he sentido alguna vez llevado en sus hombros? ¿He huido del rebaño? ¿Cuál ha sido la razón?

 

* El pastor bueno conoce a cada uno por su nombre; conoce mis capacidades y debilidades, mis ilusiones y mis heridas; conoce mi corazón y me ama como a un hijo ¿Estoy convencido del amor de este Jesús que me conoce, que me quiere, que está cercano a mí, siempre?

* El pastor bueno ayuda y defiende, nunca me abandonará. Da su vida por amor a sus ovejas. ¿Cómo actúo yo en relación a los demás? ¿Cómo asumo yo mi responsabilidad de ser pastor de otros? ¿Cómo cuido? ¿Cómo acompaño? ¿Cómo curo?…

* Me comprometo a comprometerme con Jesús en esa afirmación: las ovejas que he recibido como misión, jamás perecerán, ni nadie me las arrancará. Que así sea con la fuerza del Espíritu.