La Fundación Obra San Martín ha recibido en la jornada de este jueves 21 de enero la visita del obispo de Santander, Mons. Manuel Sánchez Monge, quien ha conocido en primera persona el trabajo diario que se realiza en esta Fundación cuya creación se debe al ejemplar sacerdote diocesano, D. Daniel González, en 1942.

El obispo mantuvo, igualmente, un encuentro con un grupo de usuarios de la Fundación, quienes le trasladaron sus preguntas e inquietudes.

Mons. Sánchez, aacompañado por el secretario del Patronato de la Fundación, José Mª de Parada; del director de la Fundación, Juan Fernández Armenteros, así como de otros miembros del Patronato, ha realizado un recorrido por las diferentes instalaciones con las que cuenta la Fundación en Valdenoja (Santander): Centro de día Jado, Colegio de Educación Especial Padre Apolinar y Viviendas Jado.

En su visita, destacó el ambiente “familiar” en el que viven las personas atendidas en la Fundación, al mismo tiempo que se ha mostró “encantado” de ver que los “métodos de trabajo que se aplican” se ajustan a las necesidades de cada persona. Además, señaló con motivo de la preparación de los disfraces de carnaval, que era “estupendo” que las personas con discapacidad “estén integrados en la vida social”.

Por su parte, el secretario del Patronato de la Fundación, José María de Prada, agradeció la visita del obispo y destacó que para esta entidad “era motivo de satisfacción recibir al pastor de la Diócesis Cántabra porque era una oportunidad para poder explicarle el trabajo que se realiza”, al mismo tiempo que ha añadió que la Obra San Martín “engancha” a las personas cuando conocen su trabajo; de ahí “la importancia de abrir nuestras puertas”.

Para finalizar la visita, el obispo mantuvo una charla con alumnos de la Fundación Obra San Martín, quienes le trasladaron sus inquietudes y preguntas.

COMETIDO FUNDACIÓN OBRA SAN MARTÍN

La FUNDACIÓN OBRA SAN MARTÍN es una entidad social de carácter privado, sin ánimo de lucro, abierta a las necesidades de la sociedad. Acoge y apoya a las personas, sean cuales sean sus necesidades y ofrece respuestas individuales a problemas particulares. La Obra San Martín es especialista en la atención, e impulso a las personas con discapacidad.

Asimismo se informó desde este centro que la entidad, que opera en Santander desde 1946, apuesta “permanentemente por la calidad en todos los servicios que presta y avanza hacia la consecución de modelos de calidad”.

La Fundación impulsa aquellos servicios que contribuyen a favorecer la inclusión social de la persona a través de sus colegios, viviendas o servicios de formación, adaptando los modelos de intervención e innovando en la puesta en marcha de nuevos programas.

El sacerdote D. Daniel, su fundador

Daniel García González nació en Bustillo del Monte, en Valderredible, el 28 de enero de 1899. Fue una persona que dedicó su vida a los demás, especialmente a los niños, a los que no tenían recursos, a los más desfavorecidos. Fue el fundador de la Obra San Martín, en cuya sede principal está enterrado. Todavía son muchas las personas que le recuerdan, los amigos que hablan de su dinamismo y su energía inagotable para emprender iniciativas, siempre en favor de los más necesitados.

Don Daniel nació en el seno de una familia modesta. Pocos se imaginaban entonces que aquel niño, que sería ordenado sacerdote en 1924 en Nuestra Señora de Las Caldas, dedicaría la mayor parte de su vida a realizar labores humanitarias.

Ingresó en el Seminario de Corbán con tan sólo 13 años. No le hizo falta mucho tiempo al joven sacerdote para ser conocido y querido por todas las personas del barrio, de San Martín de Santander, ya que desde el principio visitaba con frecuencia a los enfermos y ayudaba a los vecinos siempre que lo necesitaban.

Don Daniel veía cómo los pescadores de aquella barriada se levantaban de madrugada para salir a la mar, no siempre con buenos resultados. También advertía cómo muchas de las mujeres trabajaban sin descanso en las fábricas de pescado, a cambio de míseros jornales. Estas ocupaciones de los padres eran la causa del abandono de los niños, que ha mentido vagabundeaban por las calles sin rumbo fijo.

De ellos decidió ocuparse don Daniel quien, en primer lugar, creo un club deportivo infantil en una vieja carbonería. Este local se convirtió muy pronto en un lugar de ocio y también en una escuela donde el joven sacerdote se encargaba de la educación de los más pequeños del barrio.

En la década de los cuarenta, don Daniel estableció una nueva escuela en un caserón de doble planta con jardín, que pertenecía a las Hermanitas de los Pobres.

Por aquellos años, la entonces Diputación Provincial puso en marcha la residencia juvenil Capitán Palacios, muy cerca de las Escuelas que D. Daniel ya había creado. Un numeroso grupo de internos de toda la región acudían allí a dar clase internándose en el conjunto del alumnado, y superando así las dificultades de su condición de huérfanos.

Siempre pensando en los niños y jóvenes, don Daniel abrió un preventorio en el asilo-hospital de Potes y, algo más tarde, en 1957 se inauguró el segundo en Arredondo.

A estas localidades, y también a Reinosa, se desplazaba don Daniel con los chicos de salud delicada, para que se beneficiasen de su clima y pudieran pasar unos días alejados de la ciudad.

A finales de los cincuenta se abrieron las puertas del nuevo edificio de Villa Junco donde, en 1959, fueron trasladados todos los niños de la Obra.

El nuevo centro se llamó preventorio Santiago Galas, en honor al cántabro residente desde su juventud en México, y gran colaborador de don Daniel, que siempre contó con su ayuda tanto moral como económica.

En 1964, ya tanto el preventorio Santiago Galas como las Escuelas de San Martín funcionan a la perfección; el primero gracias a la ayuda de las Hijas de María y las segundas con la colaboración de los Hermanos de la Doctrina Cristiana.

Discapacitados mentales

Sin embargo, don Daniel continúa, incansable, con sus inquietudes sociales, que ahora le llevan a preocuparse por los discapacitado mentales, a pesar de las palabras de desaliento de los numerosos vecinos, que veían inútil esta obra social.

Fue así como nació el colegio Padre Apolinar (en honor al sacerdote que protagoniza la novela de Pereda, “Sotileza”). Se trataba de un centro para disminuidos psíquicos ubicado en El Sardinero.

Más tarde, y a propuesta del entonces presidente de la Diputación Provincial de Santander, Pedro Escalante Huidobro, le ofrece su colaboración a cambio de hacerse cargo de algunos de los internos del antiguo Hogar Provincial.

Tras laboriosas gestiones, don Daniel logra alquilar una casona antigua en el paseo de General Dávila para los chicos, tras lo cual recorre varias ciudades españolas en busca de profesorado especializado en educación especial. Abre también un colegio para chicas discapacitadas en El Sardinero. Don Daniel trabajó toda su vida para «sus niños», a los que constantemente cuidó, ayudó y protegió.

El sacerdote murió el 16 de mayo de 1969 en la residencia femenina Padre Apolinar de Santander, a causa de un derrame cerebral. La noticia de su muerte se extendió pronto por toda la región.
Miles de personas pasaron por el colegio para dar al padre su último adiós y agradecerle una vez más toda la ayuda prestada a los niños de Cantabria.

Son muchas las personas que aún le recuerdan joven, vital y siempre pensando en «sus niños» de Cantabria.