♦ Texto para la oración
“Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: ‘Hijo, ¿Por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados’. Él les contestó: ‘¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?’. Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”. (Lucas 2, 41-52)

♦ Comentario al texto
El relato de Lucas narra un acontecimiento usual entre las familias judías: la visita anual al templo de Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Lo central del relato se encuentra en el diálogo entre Jesús y su madre que manifiesta un momento importante en el desvelamiento progresivo de la identidad de Jesús que es su referencia al Padre: ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Jesús lo expresa de un modo radical, de manera que su dedicación al Padre está por encima de los demás lazos de familia. Jesús se debe a los intereses del Padre de tal manera que lo demás pasa a un segundo lugar. Doce años era la edad que hacía de un muchacho una persona religiosamente adulta: momento de elección y decisión: debo estar en la casa de mi Padre. Al final del relato volvemos la mirada a María que conserva todo esto en su corazón

♦ Momento de oración
Recordamos de nuevo, como decíamos al comienzo de la Navidad, que este misterio de la infancia de Jesús, es un misterio para contemplar. Las palabras son pocas, las justas para invitarnos a traspasarlas y quedarnos asombrados por el misterio.

-Leo de nuevo el texto y contemplo la imagen familiar que me ofrece: los padres y el hijo de Nazaret maduran en sus relaciones y se ayudan mutuamente en la apertura al misterio de Dios Padre y a su voluntad sobre ellos. Cada uno tiene una misión en el seno de esta familia. Jesús lo expone con claridad: debo estar en todo aquello que hace relación a los intereses de mi Padre. La madre conserva todo en su corazón. José acompaña silencioso la escena.

-Estar en las cosas -en los intereses- del Padre… Desde el lugar que yo ocupo, tanto a nivel social como familiar, contemplando a Jesús, puedo preguntarme: ¿cómo reconozco y cómo vivo los intereses de Dios Padre para mí?

En el año de la MISERICORDIA

El niño Jesús con su madre María y con San José es una imagen familiar sencilla pero muy luminosa. La luz que ella irradia es luz de misericordia y de salvación para todo el mundo, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia.
(Papa Francisco. Angelus 28 de diciembre 2014)