Sin duda alguna, el tema y la ley de la memoria histórica en España ha levantado y levanta ampollas en la opinión pública.

Pero no voy a hablar de ella, ni aportar mi opinión; voy a hablar de la memoria histórica de los cristianos que va a tener entre nosotros un momento y una expresión hasta ahora única: la beatificación de dieciocho mártires el día 3 de octubre, a las 12 de la mañana, en la Catedral de Santander.

Hacer memoria para nosotros es recordar (re-cor-dare, en latín), es dar el corazón, es pasar de nuevo por el corazón, como expresión de lo más profundo de la persona, a tantas personas que de una manera u otra están vinculadas a nosotros. Al recordar, expresamos y renovamos nuestro afecto, nuestra gratitud, nuestro cariño y compromiso porque todos estamos unidos en Dios como hijos y hermanos.

Los católicos todos los días hacemos memoria – memorial – con alegría, gratitud y profunda comunión, de la muerte y resurrección de Jesucristo, especialmente en la Eucaristía; también hacemos memoria de los santos a lo largo del año. Respecto a los difuntos, todos los días hacemos memoria orante y esperanzada; es más, todos los días recordamos ante el Señor a los necesitados, empobrecidos, emigrantes, enfermos, …, todos los que sufren en su cuerpo y en su espíritu; y a los que nos persiguen, calumnian o asesinan los recordamos ofreciéndoles nuestra oración y perdón.

Toda la Diócesis está invitada y convocada para hacer memoria participando en la solemne beatificación de dieciocho mártires cistercienses, dieciséis monjes del Monasterio de Viaceli, de Cóbreces, y dos monjas del Monasterio Fons salutis, de Algemesí, Valencia. Así hacemos memoria histórica los cristianos. Es de justicia el reconocimiento de su martirio por la fe. Eran de distintas provincias españolas- Álava, León, Burgos, Palencia, Lérida y Valencia; eran monjes y monjas cistercienses dedicados a oración, el trabajo y la vida en común en sus respectivos monasterios. No eran políticos, ni militaban en ningún partido, pero fueron asesinados en la contienda civil de 1936-1939. Fueron asesinados por ser cristianos y religiosos; no estaban contra nadie, sino contra el mal, la injusticia, el pecado y la barbarie; murieron sirviendo y entregando su vida y su sangre por todos al Señor y perdonando c a todos como su Maestro.

Hacer memoria de estos hermanos nuestros es un acto de justicia: somos el fruto de sus sudores, amores y dolores. Es reconocer con la Iglesia que son bienaventurados, como lo dijo el Señor en el Sermón del Monte: ”Bienaventurados cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo “(Mt.5,11-12). Pero es también asumir un reto: ser nosotros hoy testigos alegres y valientes, con obras y palabras, de Jesucristo y su Evangelio. Es una ocasión – como dicen nuestro Obispo, D. Manuel Sánchez Monge, el Arzobispo de Valencia, D. Antonio, Cardenal Cañizares, y el Abad de Viaceli, D. Alejandro Castro, para profundizar en la comunión con otros los que sufren, particularmente los cristianos que hoy y en las más diversas partes del mundo son perseguidos por su fe en Cristo. Y una llamada a tomar conciencia del valor y la importancia de la vida consagrada en la Iglesia, y pedir al Señor nuevas vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada.

Participemos en esta celebración única: es la primera vez que se celebra en nuestra Diócesis de Santander. Expresemos con nuestra presencia activa y participativa nuestra alegría y comunión. Estos mártires son nuestros mártires, los de la Orden Cisterciense, de nuestra Diócesis y de la Iglesia Católica entera; que ellos intercedan por todos nosotros , y , con ellos , alabemos al Señor Jesús que con su Espíritu les hizo fuertes en el combate.

Manuel Herrero Fernández, OSA
Vicario General.