“¿Por qué, entre todas las mujeres, Dios escogió precisamente a María de Nazaret? La respuesta está oculta en el misterio insondable de la voluntad divina. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio pone de relieve: su humildad… Lo dice la Virgen misma en el Magníficat, su cántico de alabanza: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, (…) porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1,46.48). Sí, Dios quedó prendado de la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (cf. Lc 1,30). Así llegó a ser la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla a toda la familia humana.

(BENEDICTO XVI, Ángelus, 8 de Diciembre de 2006)