♦ Texto para la oración:

– Visión de Isaías, acerca de Judá y de Jerusalén. Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: Venid, subamos al monte del Señor…él nos instruirá en sus caminos… será el árbitro de las naciones, el juez de pueblo numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor (Isaías 2, 1-5)

– Ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. (Rom 13, 11-14).

– Dijo Jesús a sus discípulos… estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor… Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre. (Mt 24, 37-44)


♦ Comentario para la oración:

Con la celebración de este domingo comenzamos el Adviento. Adviento es tiempo de espera. El Adviento, en el Antiguo Testamento, fue la larga espera del pueblo para la venida del Mesías que anuncia Isaías en el texto que acabamos de leer. También San Pablo nos habla de la cercanía de la salvación, porque el Señor está ya en medio de nosotros. Jesús en el evangelio hace referencia a la venida definitiva del Señor. Esta es nuestra espera, este es nuestro Adviento.

¿Cuáles son las actitudes de la espera, del Adviento? Los distintos textos nos van señalando: Caminemos a la luz del Señor, dice Isaías; pertrechémonos con las armas de la luz, subraya Pablo. Estad en vela, estad preparados.

Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico. Tiempo de puesta a punto, de reorientación, una vez más, de nuestra vida hacia lo que de verdad le da significado: Jesús. Las lecturas nos invitan a esta renovación: un cambio de mentalidad, el paso de las tinieblas a la luz. Las tinieblas representan la ambición, el egoísmo, el poder, la envidia; por su parte la luz representa todo lo que dignifica a la persona: el trabajo honrado, la preocupación por los demás, la comprensión, la búsqueda de la paz y de la felicidad. Esa transformación la expresa Isaías de manera muy gráfica: de las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. Es decir, los instrumentos de destrucción se transformarán en herramientas que construyen. De esa manera la persona puede caminar sin esconderse, a pleno día, con dignidad.

♦ Momento de oración:

– El tiempo de Adviento nos devuelve el horizonte de la esperanza. En este tiempo de oración me preparo para recibir al que está siempre entre nosotros. En silencio, espero. Puedo encender una vela, la primera vela del Adviento.

– Miro a mi interior y confieso: Dios está presente, presente en mi corazón, él guía mi vida, él me invita a este momento de encuentro, de amistad con él.

– Pido al Señor que él me acompañe y me enseñe a orar.

– Leo, de nuevo, la Palabra de Dios que me regala la liturgia de este domingo. Intento descubrir y entender que Dios me habla a través de esta lectura. ¿Qué me dice para mi vida personal? ¿En qué dirección ha de ir mi renovación?

– En silencio voy recordando el texto… lo que más haya tocado a mi vida y a mi sensibilidad… Dejo que el silencio se vaya transformando en oración y expreso al Señor mi deseo de crecer en ese camino que él me señala, para vivir una vida más digna cada vez, para poder caminar como en pleno día, para que mis obras manifiesten la luz de una vida cristiana, en espera de la venida del Señor. Que todo se transforme en mí en instrumento que construye, caminando a pleno día, con dignidad.

– Termino la oración dando gracias por este encuentro de amistad, de cercanía, diciendo: Ven, Señor Jesús y enséñame a caminar a la luz del Señor, con dignidad, ven y transforma mi vida. Ven, Señor.

– Recojo la experiencia de este encuentro con el Señor mientras recito serenamente el salmo 121:

Qué alegría cuando me dijeron:
Vamos a la casa del Señor.
Ya están pisando nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.

(Jerusalén simboliza la meta de nuestra peregrinación hacia la casa del Señor)