Fiesta de S. Juan de Ávila, Seminario de Monte Corbán 10 de mayo de 2016

Querido Sr arzobispo, y queridos hermanos sacerdotes, diáconos y seminaristas:

¿Por qué puede resultar atrayente hoy San Juan de Ávila, evangelizador del siglo XVI? Estamos en tiempos recios y turbulentos, muy semejantes a los que él vivió. Es necesario echar el ancla en aquello que tiene solidez suficiente para superar todo el oleaje de la noche pasajera. Encontramos en nuestro santo patrono cómo su acción pastoral no es producto de improvisaciones del momento, sino fruto de la vivencia de su ministerio sacerdotal, centrado en Cristo, en la Iglesia y en los pobres, constantemente alimentado por la oración y el estudio.

Eso significa que la doctrina y el ejemplo de vida del Apóstol de Andalucía pueden iluminar los caminos y los métodos a seguir en la vida eclesial de este nuevo milenio. En sus escritos, y en sus cartas, podemos encontrar consejos de amigo para obispos, y prudentes orientaciones para ejercer el ministerio sacerdotal con entrega, sencillez y valentía. Sin duda, el contacto con este verdadero maestro de evangelizadores, encenderá de nuevo el ardor necesario para anunciar a Jesucristo y construir su Iglesia en el siglo XXI.

San Juan de Ávila es un modelo muy actual para los sacerdotes. Las orientaciones que han dado el Concilio Vaticano II, la Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis de S. Juan Pablo II y últimamente la Evangelii Gaudium del papa Francisco, hallan en San Juan de Ávila el modelo acabado de sacerdote evangelizador. En efecto, él encontró la fuente de su espiritualidad en el ejercicio de su ministerio, configurado con Cristo Sacerdote y Pastor, pobre y desprendido, casto, obediente y servidor. Es decir, se trata de un sacerdote que tiene la vida llena de oración y una honda experiencia de Dios, enamorado de la Eucaristía, fiel devoto de la Virgen, bien preparado en ciencias humanas y teológicas, conocedor de la cultura de su tiempo, estudioso y en formación permanente, acogedor y que sabe vivir en comunión la amistad, la fraternidad sacerdotal y el trabajo apostólico.

Así resulta un apóstol infatigable, entregado a la misión, predicador del misterio cristiano y de la conversión, padre y maestro en el sacramento de la penitencia, guía y consejero de espíritus, discernidor de carismas, animador de vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales, innovador de métodos pastorales, preocupado por la educación de los niños y jóvenes. San Juan de Ávila es, en fin, la caridad pastoral viviente. Los presbíteros, y quienes se preparan para serlo, encontrarán el modelo del verdadero apóstol, y un ejemplo vivo de la caridad pastoral como clave de la espiritualidad sacerdotal, vivida diariamente en el ejercicio del triple munus sacerdotal.

Semejante actividad apostólica estuvo sostenida por la oración. En ella templaba su alma para la predicación. Como dice su biógrafo, el Licenciado Muñoz, “vivía de oración, en la que gastó la mayor parte de su vida”. Solía orar dos horas por la mañana y dos por la tarde. Definía esta práctica como “una secreta e interior habla con que el ánima se comunica con Dios”. Exhortaba continuamente a tener experiencia de oración que, para él, no era cuestión de método, sino de actitud filial, humildad y simplicidad ante Dios, como niño con su padre. Fue un auténtico guía, un verdadero Maestro y, a través de sus escritos, puede seguir siéndolo para nosotros hoy. Tenemos en nuestros días necesidad de orar, y de maestros de oración, porque, como él escribió, “los que no cuidan de tener oración, con sola una mano nadan, con solo una mano pelean y con solo un pie andan”.

Me es muy grato felicitar hoy al hermano obispo D. Pablo Puente, que tiene la gentileza de acompañarnos, y los hermanos sacerdotes que celebran sus bodas de diamante, de oro y de plata sacerdotales. Todos ellos son un ejemplo de fidelidad a la llamada al sacerdocio que un día recibieron y todos ellos pueden ser considerados trabajadores pacientes y esforzados de la viña del Señor. Que el Señor os bendiga y os siga favoreciendo con una configuración con Cristo, buen Pastor, cada día más plena y con un celo apostólico más fuerte y apasionado.

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander.