DOMINGO 15 DEL TIEMPO ORDINARIO (16 de julio)

65

Jesús comienza a enseñar a los discípulos y a la gente que le seguía y les enseña por medio de parábolas. Parece que después, a sus discípulos más cercanos, les explicaba el contenido de las mismas. Esa explicación es hoy también para nosotros y nos hará preguntarnos: ¿Cómo escucho y acojo yo la Palabra, el Evangelio de cada domingo? ¿Cómo es mi tierra?

►Escuchar y acoger la Palabra
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: ‘Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero, cuando salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador. Si uno escucha la Palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta enseguida con alegría, pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra, pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas lo ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno. (Mateo 13, 1-23)

►Pensar la Palabra
En el texto evangélico de este domingo hay una gran riqueza para poder profundizar en la oración durante esta semana. Jesús advierte a la gente que le escucha sobre la dificultad para acoger la Palabra de Dios, comparándolo con la dificultad de la semilla sembrada para llegar a dar fruto. La Palabra de Dios exige encontrar una tierra buena, fecunda, que sea capaz de acogerla, de entender y dar fruto. Dos pueden ser las causas del fracaso de la siembra: la misma tierra, el terreno pedregoso; o causas externas: los pájaros, el sol excesivo, las zarzas…
Traducimos esta Palabra a nuestra realidad y vemos que nuestra tierra a veces está endurecida por el individualismo, el increencia, la injusticia… o porque ponemos por delante nuestro propio interés, el poseer, el aparentar. ¿Podemos ser nosotros de aquellos que miran sin ver y escuchan sin oír ni entender?

►Orar y contemplar la Palabra
En la oración, durante esta semana voy a intentar un gesto que haga significativa la palabra: pongo ante mi la Biblia con una vela encendida. La abro por la página que estoy orando…
Y me digo a mí mismo: Esta es la Palabra de Jesús, explicada a aquellas gentes que le seguían y que hoy me explica a mí.
Ante el evangelio me pregunto:
– ¿Cómo es mi tierra? ¿cómo acojo la Palabra que cada domingo escucho en la Eucaristía?
– ¿Cuáles son las dificultades personales que no posibilitan que la Palabra de fruto? ¿Cuándo la Palabra se me hace fácil, cercana?
– ¿Puedo nombrar las causas externas que me hacen perder el interés por acercarme a Jesús, a su Palabra o me distraen y aunque escucho no entiendo? ¿Cuándo me siento más cerca de Jesús?
Pido a Jesús que transforme mi tierra: Hazme, Señor, tierra fecunda, capaz de acoger y hacer germinar la semilla de la Palabra. Ayúdame a superar las dificultades que intentan distraerme de tu Palabra, para que pueda ver y escuchar y entender.

►Actuar desde la Palabra
Quiero comprometerme durante esta semana a leer atentamente la Palabra de Dios, para que me cambie por dentro y me haga verdadero discípulo de Jesús: que escucha la Palabra y la entiende.