El año pasado, el siempre original D. José Pedro Manglano, sorprendía con una obra y una portada (como en la mayoría de ellas) que no dejaba a nadie indiferente.

Este era el caso de “Santos de copas”, que lleva por subtítulo “Escandalosamente libres”. No se trata de un título meramente efectista sino más bien un guiño a esa premisa y propuesta del papa Francisco de «hacer lío» (desde el más SANO sentido de la palabra, se entiende).

De este modo, el autor nos argumentaba y defendía una curiosa hipótesis acerca de: vivir, amar, ser un espíritu libre, iluminar, advertir a Jesús vivo… para concluir que «¡ese es el espíritu del santo de copas!». Y es que, según él, hoy más que nunca, el mundo necesita de esos cristianos. De los que deben llegar con y por nuestros amigos hasta las puertas del infierno… bueno, más allá no (aclara). Porque en el infierno no es posible amar a Dios.

Siguiendo este razonamiento, el templo de los cristianos -es decir, el lugar donde encontramos y llevamos a Dios- es la calle. Y también el templo de Dios, se puede considerar el lugar de fiesta.
Es más, el sacerdote puntualiza: «el mundo necesita jóvenes santos… santos en bermudas y chanclas; santos en escenarios de música; santos muy normales; santos con gusto; santos con piercing; santos disfrutones; santos soñadores; santos comprometidos con los marginados; santos que aman a sus perros; santos exigiendo en la calle libertad; santos divertidos; santos con ternura; santos de Erasmus; santas en bikini; santos de fiesta; santos que se ríen de los estereotipos; santos de estudio; santos con tatuajes; santos con miles de seguidores en Facebook; santos en las canchas; santas presumidas; santos muy contentos de vivir… santos de copas».

Y esta misma semana pasada, el autor presentaba una suerte de continuación -a modo de saga- otro librito de características propias que identifica y acompaña toda su bibliografía desde sus algo lejanos inicios: tamaño “booklet”, en rústica y arte de tapa minimalista, casi “naif”. Un pequeño manuscrito en el que esta vez, pretende que el contenido, abunde o dé a conocer la imagen real del cristianismo como una religión que nos lleva a una actitud ante la vida que huye del pesimismo deshumanizado y triste de algunas personas que consideran que la vida cristiana se debe pasar con una negación permanente de todos los placeres.

El mensaje que recoge es que es necesario reintegrar lo espiritual y lo material, que hay que disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida en cada momento, pues son reflejo de la Creación y de un Dios que ama la belleza y la alegría que posee en cantidad infinita. A Cristo no le molestó la carne para ser Dios. Consigue mostrar la unidad de lo material con lo espiritual, la unidad de cuerpo y alma, emprender el camino de la espiritualización del cuerpo y de la progresiva encarnación de las realidades espirituales.
Defiende que vivir un cristianismo comprometido no tiene nada que ver con una actitud restrictiva ante las cosas buenas de la vida como puede ser una buena comida o una sexualidad responsable y abierta a la vida. Que la santidad está en ser un hombre libre con cuerpo y alma integrados que no se aleja de Dios en la tierra y que en el cielo disfrutará de Dios con todos los sentidos.

De nuevo, una propuesta sencilla… pero a la vez, de reflexión sentida y profunda: el cristianismo es la religión de la carne. No creemos en un “dios”, sino en un Dios hecho carne.

Y esperamos que nuestra carne resucite. Estas afirmaciones no son artículos para hacer bulto en un Credo: dan una intensa luz acerca del camino y fin de nuestra existencia. ¡Somos de carne y somos grandes!

Dios nos quiere así, santos de carne. Y una vez más, en palabras del autor: «disfrutones de los placeres de este mundo». Pues la vida cristiana recorre un camino de transformación de nuestro «cuerpo de muerte» en «cuerpo de gloria», pero es siempre amante del cuerpo.

La vida con Dios no nos aleja del cuerpo, no espiritualiza a los santos en un proceso de desencarnación, sino que nos hace muy humanos, en una progresiva transfiguración e integración de toda nuestra realidad.
Si el pecado separó carne y espíritu, la redención nos devuelve la unidad. Con la fuerza de la resurrección, los cristianos descubrimos el núcleo espiritual que reside en cada realidad material: el alma envuelve al cuerpo; nuestro cuerpo se va transfigurando y el mundo deja de ser pesado; disfrutamos de todo y nada nos esclaviza; amamos todo y no necesitamos nada; somos del mundo y vivimos como extranjeros…

Por toda la eternidad disfrutaremos de Dios con los cinco sentidos: le veremos y escucharemos, le oleremos y tocaremos, gustaremos de Él… Nuestro cuerpo será glorioso, sí, pero de carne. ¡Carne gloriosa!

D. José Pedro Manglano, si hay algo de lo que huye es de los clichés. Audaz e innovador, lleva veinticinco años rompiendo tópicos; sabedor de que a cada nueva generación se la conquista con la verdad de siempre desde una perspectiva renovada.

¿Su objetivo? Dar a conocer a Cristo, su «pobre loco».

¿Cómo? Convencido del poder de la comunicación en nuestro mundo de nuevas tecnologías, apuesta por la creación de “apps” para complementar las actividades que emprende con sus jóvenes, que abarcan un amplio espectro: certámenes de cortos de animación y vídeo, compartiriados en Calcuta, Cartagena de Indias o Albania, conciertos del grupo Hakuna, peregrinaciones mochileras a Tierra Santa y un sinfín de iniciativas con y para los jóvenes.

Además de ser uno de los autores de libros de espiritualidad más leídos, con un millón de ejemplares vendidos y más de treinta títulos publicados, es autor de nueve aplicaciones para dispositivos móviles que superan el millón de descargas.

* Fuentes: Creo / Freshbook / Soluziono / Fundación TROA / www.manglano.org