Celebramos un año más la Jornada pro Templos en nuestra diócesis aprovechando que en el verano muchos paisanos y amigos nuestros regresan a la ciudad o a los pueblos para descansar, reencontrarse con sus raíces y celebrar, en muchos casos las fiestas patronales. La Jornada tiene como finalidad crear conciencia comunitaria de la importancia de nuestras iglesias y ermitas para ayudar económicamente a su restauración. Hemos elegido este año como lema: “El Templo, lugar de oración y encuentro con la comunidad parroquial”
Los templos y ermitas son lugares para detenerse y descansar en el largo camino que lleva a Cristo. Son lugares donde, mediante la fe sencilla y humilde de los pobres de espíritu, se vuelve a tomar contacto con las grandes riquezas que Cristo ha confiado a la Iglesia, especialmente la Palabra de Dios, los sacramentos, la misericordia, la caridad para con los hermanos que sufren y los enfermos. En las ermitas dedicadas a la Virgen individuos y pueblos enteros buscan el encuentro con la Madre del Señor para consolidar la propia fe en el ámbito de la presencia materna.
El templo no es entonces, solamente la casa edificada por manos de hombres, sino el lugar que testimonia la iniciativa de Aquel que es el único que edifica la casa. Al rey David que quería construir el templo de Jerusalén, le dijo el profeta Natán: «El Señor te edificará una casa. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza» (2 S 7, 5.11). Por eso al templo nos hemos de acercar con una actitud de asombro y de adoración, con un sentimiento de maravilla ante el don de Dios, que nos impulsa a la oración. Quien no es capaz de asombrarse de la obra de Dios, quien no percibe la novedad de lo que el Señor realiza con su iniciativa de amor, tampoco podrá captar el sentido profundo y la belleza del misterio del templo. El respeto que se debe al lugar santo expresa la conciencia de que frente a la obra de Dios es preciso situarse, no con una lógica humana que pretende definirlo todo, sino con una actitud de veneración, llena de estupor y de sentido del misterio.
Regenerados por la Palabra y los sacramentos, los que acuden al templo toman conciencia de que ellos mismos son «piedras vivas» del templo santo de Dios que es la Iglesia. En el templo, como lugar de encuentro de la comunidad parroquial, cada uno puede redescubrir el don que la creatividad del Espíritu le ha regalado para la utilidad de todos. Y también puede discernir y madurar la propia vocación y estar disponible para realizarla al servicio de los demás, especialmente en la comunidad parroquial, donde se integran las diferencias humanas y se articulan en la comunión eclesial
Como Obispo de la diócesis de Santander solicito encarecidamente a todos los diocesanos, también a los que durante el año están fuera y a los que nos visitan, su colaboración en esta colecta extraordinaria y su generosa aportación económica.
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander