Queridos diocesanos:

El 13 de junio de 2017 el papa Francisco instituyó la Jornada Mundial del pobre que este año celebramos en su segunda edición. En aquel momento se nos recordaba que el amor a los pobres es “un imperativo que ningún cristiano puede olvidar”.  Y amar a los pobres no son palabras vacías ni emociones momentáneas, sino una respuesta de amor que se transforma en misericordia efectiva traducida en acciones concretas como Jesús nos enseñó en la parábola del buen samaritano.

Existe un amplio abanico de instituciones, proyectos y campañas que la Iglesia orienta a las personas más frágiles y necesitadas. Entre nosotros podemos hacer referencia, sin ánimo de ser exhaustivos, a los grupos de Cáritas diocesanos y parroquiales, de Manos Unidas, de Proyecto Hombre, Cocina Económica, Hogar Belén, la acción caritativo-social de las Cofradías y de las Comunidades religiosas, etc… Este año la Exposición “Encontrar para encontrarnos” nos interpela sobre nuestras actitudes hacia los refugiados e inmigrantes. La Eucaristía pretende también contribuir a visibilizar la pobre que en nuestra sociedad se quiere hacer invisible.

¿Somos capaces de escuchar a los pobres? La pobreza en el mundo no es una fatalidad contra la que no podemos luchar. No podemos quedarnos en la resignación y en la pasividad. Tenemos que implicarnos con generosidad, sin poner condiciones, para tratar de erradicarla. El papa nos advierte que podemos estar “tan atrapados por una cultura que obliga a mirarse al espejo y a preocuparse excesivamente de sí mismo, que pensamos que basta con un gesto de altruismo para quedarnos satisfechos, sin tener que comprometernos directamente”.

“Este pobre gritó y el Señor lo escuchó” (Salmo 34,7). El Señor no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre. La respuesta de Dios al pobre es siempre para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. Y una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.

 

+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander