DOMINGO 4º DE CUARESMA (31 de marzo)

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Escuchar y acoger la Palabra

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: ‘Ese acoge a los pecadores y come con ellos´. Jesús les dijo esta parábola: ‘Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. El padre le repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces, y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado. Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba Este le contestó: Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.  Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y el replicó a su padre: Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado. El padre le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado« (Lucas 15, 1-3, 11-32)

  • Iluminar la palabra

Nos encontramos ante una de las parábolas más leídas y más comentadas. Parábola del Padre misericordioso, imagen de Dios: Misericordia y Amor. Y ante este Dios, se nos presentan dos reacciones: la del hijo pequeño que se marcha de la casa del padre, la del hijo mayor que siempre ha permanecido en ella. ¿Cómo es la reacción de ambos? El hijo pequeño, lejos de la casa del Padre, en su situación, siente la llamada del padre bueno y seguro de su perdón, con humildad, vuelve a la casa del padre. El hijo mayor, ha estado siempre en la casa, pero no conoce al padre. Le ha obedecido, ha permanecido en la casa, pero no ha descubierto el corazón del padre. Su actitud es dura se niega a entrar en la fiesta de la reconciliación. Ni siquiera escucha al criado que le explica: Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. Su actitud le coloca cada vez más lejos de su hermano, y solo tiene para él palabras de denuncia. Tampoco escucha los sentimientos de su padre con quien ha convivido siempre, pero no le ha llegado a conocer.

 

  • Orar y contemplar la Palabra

La palabra de Dios me invita a mirar, cara a cara, al Padre misericordioso y a mirarme a mí. Descubrir ante Él mis sentimientos, mis reacciones…

¿La misericordia de Dios me mueve a la conversión, me lleva a retornar al Padre, desde la humildad, con la certeza de ser perdonado? ¿O me lleva a indignarme porque siento que a mí no me da lo que merezco, mientras a tantos otros, pecadores, les ofrece un perdón sin condiciones?

Me pongo ante Dios, en verdad, y le pido que toque mi corazón y me descubra mis sentimientos.

 

  • Actuar desde la Palabra

Alegrarme ante el Dios misericordioso con gestos concretos cuando junto a mí siento que alguien vuelve con sencillez a la casa del Padre.

Compartir, con otros, la fiesta de la reconciliación y el perdón.