- Escuchar y acoger la Palabra
En aquel tiempo, Jesús recibió a la gente, les habló del reino de Dios y sanó a los enfermos. Cuando ya comenzaba a hacerse tarde, se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron: ‘Despide a la gente; para que vayan a descansar y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos, porque en este lugar no hay nada’. Jesús les dijo: : ‘Dadles vosotros de comer’. Contestaron: ‘No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar comida para toda esta gente’. Eran unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos: ‘haced que se sienten en grupos, como de cincuenta en cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se sentaron. Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces, Él, tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, dio gracias a Dios, los partió y los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. La gente comió hasta quedar satisfecha, y todavía llenaron doce canastas con los trozos que sobraron (Lc 9, 11-17)
- Iluminar la Palabra
Este relato, como otros que encontramos en el Antiguo Testamento de este carácter, están escritos para ilustrar la profunda convicción de que Dios nunca abandona a su pueblo. El texto que tenemos delante, además, quiere poner en relación este acontecimiento con el de la última cena por medio de las distintas alusiones: la comida vespertina, la bendición, el partir el pan… y se lo dio a los discípulos para que se los sirvieran. Lucas nos presenta aquí a Jesús como anfitrión, que está en medio de los suyos, para alimentar y socorrer. La bendición de Jesús es la que produce el milagro de la multiplicación, pero sobre todo lo que el evangelista nos quiere poner ante nuestros ojos es la sobreabundancia: Comieron todos y se saciaron.
Este domingo celebramos la fiesta del Corpus Christi. La iglesia presenta la eucaristía como culmen y, a la vez, fuente de la vida cristiana. Así, cada domingo nos reunimos para celebrar el sacramento de nuestra fe: La Eucaristía.
- Orar y contemplar la Palabra
-Durante la semana puedo buscar, como lugar privilegiado para la oración, el sagrario. La presencia de Jesús-eucaristía.
–Ante esa presencia me pongo en actitud de adorar, este misterio de fe. Ese pan entregado de manera sobreabundante es el pan que me alimenta y me acerca a Jesús: Señor, dame siempre de tu pan.
–Esta palabra, me invita también a descubrir cuál es mi lugar como cristiano. Jesús me dice a mí: Dales tú de comer. Quizá yo, como los discípulos, muchas veces pretendo que cada uno se solucione su vida. Pero oigo esa voz de Jesús: Dales tú de comer. Compromete tu vida. Entiende este signo de Jesús: compartir. Partir con otros lo que tenemos; hay para todos. “Dadles vosotros de comer”, en vuestras manos está. Nos llama a ser sus manos, para hacer llegar, a los que nada tienen, el alimento: Dadles vosotros de comer.
–Celebrar este misterio es esforzarnos en construir una iglesia solidaria, abierta a las necesidades, caminando con Jesús entre los pobres.
Puedo terminar orando:
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida.
Queremos pasar por la vida como Tú, Jesús de Nazaret:
Oyendo las necesidades y ayudando a los empobrecidos.
Queremos compartir con generosidad para que llegue a todos.
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida.
Queremos que tu iglesia sea la mesa compartida
que invita a los más débiles,
que se hace solidaria con todos los que sufren.