Jornada Jubilar del Clero en Santo Toribio

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Esta mañana comenzaba en la parroquia de San Vicente mártir, de Potes, la jornada de jubileo sacerdotal convocada por la Delegación para el Clero, en la que ha podido dirigir una primera meditación nuestro Obispo, D. Arturo.

Recordando la carta del Papa Francisco, con motivo del 160º aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, invitó a reconocer nuestra fragilidad como comienzo de nuestro particular proceso de conversión. «No nos perdamos la alegría de sentirnos ovejas, de saber que Él es nuestro Señor y Pastor. ¡Reconozcamos nuestra fragilidad! ¡No tengamos miedo! ¡Lo somos [frágiles]! Y, ¿qué?»

La entrega de Jesús en la Cruz: «nosotros la veneramos, la abrazamos, la amamos, la sentimos, nos consuela, nos redime, nos salva». «El dolor de tantas víctimas, el dolor del Pueblo de Dios –así como el nuestro propio– no puede ser en vano. Es Jesús mismo quien carga todo este peso en su Cruz y nos invita a renovar nuestra misión para estar cerca de los que sufren, para estar sin vergüenzas cerca de las miserias humanas y, por qué no, vivirlas como propias para hacerlas Eucaristía. Nuestro tiempo –el personal, el de cada uno, el comunitario, incluso el diocesano, si queréis–, marcado por viejas y nuevas heridas, necesita que seamos artesanos de relación y de comunión. Abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino quiere suscitar hoy […] un reino de pecadores perdonados, invitados a testimoniar la siempre viva y actuante compasión del Señor.»

En su meditación también habló de la libertad para a continuación hablar del enamoramiento. La necesidad de esta libertad verdadera, del sentido de la vida que Jesucristo nos da. «Ayúdanos a sentirnos libres como tú, Señor, aunque nos cueste la vida.» Recordando la canción «Yo te nombro» de Nacha Guevara, que escuchó en Cursillos de Cristiandad, dándose cuenta de que han cambiado poco las cosas desde entonces y sigue teniendo vigencia esa reclamación de la libertad. «Pídelo, por favor».

Con el texto de Christus Vivit 132, recordó la importancia de enamorarse, de buscar esa Pasión que le de entidad a nuestra entrega, a nuestra vida. «Podía ser un precioso compromiso, fruto de este Año Santo Lebaniego. Imaginaros que dijeran esto: ‘Mira el clero de Santander, que son unos tontorrones todos… y muy buenas personas, están enamorados de Dios de una manera definitiva y absoluta’ y la Diocesis va como un tiro.»

Le ha seguido un tiempo de reflexion en que también, los casi 90 participantes, han tenido la oportunidad de recibir el sacramento de la Reconciliación. Esta es una de las condiciones necesarias para lucrar la indulgencia plenaria del Año Santo Lebaniego.

Allí, en el Monasterio de Santo Toribio, han cruzado la Puerta del Perdón y han concelebrado con D. Arturo. En su homilía, les ha invitado, a la luz del Evangelio de la mujer adúltera –de la liturgia de hoy–, a que la experiencia del perdón «marque a fuego nuestras vidas».

«¡Qué descanso más grande para nosotros poder ver y escuchar a Jesus decir estas cosas! Vete en paz, anda, vete en paz. Ya cargo yo. Necesitamos el perdón, necesitamos saborear el perdón. Necesitamos la misericordia, que Jesús nos mire de esta manera. Porque cuando nos acercamos a Él con nuestras miserias, nuestras pobrezas y nuestro pecado, Él no nos condena: nos sana y nos salva. […] Ante la Cruz que nos recuerda, nos evoca, nos sitúa ante el amor por excelencia; que es el trono de la misericordia; donde mana el perdón y la Reconciliación… damos gracias al Señor. Sintámonos perdonados, redimidos, levantados en nuestras particulares indignidades… porque el Señor quiere nuestra libertad, nuestra paz, nuestra felicidad… que vivamos con la dignidad que quiere para cada uno de nosotros.»