“Estoy muy agradecido de estar en el seminario porque, a pesar de los desafíos que puedan presentarse en el camino, sé que Dios está utilizando esta oportunidad para preparar mi corazón de la mejor manera posible.

Por eso, continuo con entusiasmo respondiendo a mi vocación diaria, confiando en la providencia divina”

«Cuando el Señor me llamó, me asusté, fue algo inesperado inicialmente, sentía vértigo por lo que dejaba atrás y el salto que daba, pero ahora estoy encantado con la decisión de haberle dicho al Señor. No puedo ser más feliz, a pesar de las dificultades que pueden surgir, como en cualquier otro camino de vida.

Animo a todos los jóvenes que sientan alguna inquietud vocacional a que sean valientes, dejen los miedos a un lado y confíen en el Señor. Una llamada del Señor, es una invitación a ser feliz, con solamente decirle sí».

«Con 17 años vi que el Señor posiblemente me estuviera llamando, y tras un proceso de discernimiento decidi entrar al seminario a probar.

Ante la vocación, lo más natural es huir y buscar otro camino alternativo, pero el Señor sabe como seducir y hacernos anhelar eso que el pone en nuestro corazón.

El camino vocacional es un dejarse hacer, y el seminario un dejarse moldear. Tras cinco años, ahora la Iglesia confirma que tengo vocación, y poco a poco se acerca el final.»

«En mis años de formación he sentido que Dios ha ido moldeándome poco a poco. Ahora que finalizo, recojo con agradecimiento todo lo que el Señor ha hecho por mí.

El camino no ha sido fácil, pero el consuelo y el amor de Dios me han dado luces para disipar las dudas e inseguridades en ese sí a esta llamada.

Estoy a punto de terminar un capítulo de mi vida, pero empieza otro que promete ser más sorprendente, Dios es un misterio, por ello se requiere disposición para dejarse impresionar por Él.»