En este tercer domingo de Cuaresma el texto evangélico nos ofrece una escena cautivadora. El diálogo de Jesús con una mujer de Samaría. Un tema difícil de entender en la mentalidad judía: una mujer desconocida, sin nombre y de un pueblo semipagano. Aquello va contra todo lo imaginable en Israel. Nos presenta a Jesús como un hombre con una gran capacidad de dialogar y que sabía escuchar-

►Escuchar y acoger la Palabra
En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar (…) Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al pozo. Era hacia la hora sexta. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: ‘Dame de beber’(…) La samaritana le dice: ‘¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?’ (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: ‘Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva’. La mujer le dice: ‘Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?, ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?’ Jesús le contestó: ‘El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se le convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna’. La mujer le dice: ‘Señor, dame esa agua, así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla’. Él le dice: ‘Anda, llama a tu marido y vuelve’. La mujer le contesta: ‘No tengo marido’. Jesús le dice: ‘Tienes razón que no tienes marido; has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad’. La mujer le dice: ‘Señor, veo que tú eres profeta’ (…)
La mujer dejó el cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: ‘Venid a ver un hombre que ha adivinado todo lo que he hecho; ¿será tal vez el Mesías?’ (Juan 4, 5-26)

►Pensar la Palabra
La mujer llega al pozo sin más expectativas que buscar agua, ajena a lo que allí le esperaba. Al principio no vio en Jesús más que a un hombre judío, con quien le separaban las rencillas propias de los pueblos vecinos; pero Jesús le fue conduciendo al verdadero conocimiento y la samaritana le descubre como Señor, Mesías y Profeta, como Aquel a quien había estado esperando siempre sin saberlo. Y despierta en ella una sed nueva de anunciar sin temor a todos los de su pueblo lo que había acontecido en aquel encuentro.
Nos pone de manifiesto también cómo el encuentro con Jesús puede acontecer en cualquier mediodía de nuestra vida cotidiana. Y transformará las propias expectativas en un deseo irrefrenable de atraer a todos hacia él

►Orar y contemplar la Palabra
> Comienza la oración representando la escena del evangelio: Jesús, sentado junto al pozo… la mujer samaritana que llega con su rutina diaria a buscar agua… el diálogo entre ellos dos….
– Acércate hoy, en este momento de oración, al pozo de tu encuentro personal con Jesús y manifiéstale tu sed: Dónde están tus deseos, tus amores, tus expectativas en este momento de tu vida
– Pídele que te vaya conduciendo, como lo hizo con la samaritana, al verdadero conocimiento. Poder descubrir a Jesús en lo cotidiano.
-Siente cómo te dice hoy a ti: Si conocieras el don de Dios…
– Pide, como la samaritana: Señor, dame de esa agua y no tendré más sed. Despierta en mí una sed nueva. Que brote en mi ese surtidor de agua, ese deseo de manifestar a todos quién es el Señor.
> Haz silencio interior y da vueltas en tu corazón a las palabras de ese diálogo, tu diálogo con Jesús. Escucha… responde… quédate en silencio. Siente su presencia hoy junto a tu pozo.

►Actuar desde la Palabra
Pide la fuerza del Espíritu para anunciar a la gente lo que has visto y oído: Junto a tu pozo se ha hecho hoy presente Jesús, el Mesías, el salvador. ¡Proclama la alegría del evangelio!
Si quieres conocer a una persona, no preguntes por lo que piensa, pregunta por lo que ama (San Agustín)