Queridos diocesanos:

Este es el lema de este Domund 2015, a las puertas del comienzo del Año Santo de la Misericordia. En la imagen del cartel para la Jornada, una misionera joven acoge a una persona mayor. La sonrisa de la religiosa misionera y de la anciana transmite amor, ternura y misericordia. La misericordia es el revulsivo para despertar nuestra conciencia aletargada ante el drama de la pobreza y entrar en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina.

Los misioneros son la misericordia de Dios que sale al encuentro de todos para mostrarles un Dios cercano, que ama entrañablemente. Con su entrega incondicional al Señor y a los hermanos anuncian la alegría del Evangelio, revelan el misterio del amor divino en plenitud. Nada extraño, pues, que el papa Francisco haya recordado hace poco: “La actividad misionera sigue siendo todavía hoy el mayor desafío para la Iglesia. Y ¡cómo quisiera encontrar –también para vosotros- las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa”.

La celebración del Domund es una buena oportunidad para que todos los bautizados tomemos conciencia de nuestra condición de misioneros. “Quien sigue a Cristo –enseña el Papa actual- se convierte necesariamente en misionero, y sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesucristo vivo con él en medio de la tarea misionera” (EG. 266). Pero la Jornada de este año, encuadrada dentro del Año de la Vida Consagrada, subraya que, si todo cristiano ha de ser misionero, esto es particularmente válido para la persona consagrada. Porque la Vida Consagrada y la misión están indisolublemente unidas. Las personas consagradas están ‘en misión’ en virtud de su misma consagración. La pasión de los consagrados es vivir plenamente el Evangelio y anunciarlo a los demás como fuente de alegría, liberación y salvación para todos los hombres. Los religiosos misioneros son heraldos de la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio. Hoy también como ayer, los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de vida apostólica se sienten urgidos al anuncio del Evangelio en la misión a los que no conocen a Jesucristo. A pesar de la disminución de vocaciones y del envejecimiento de los consagrados, no decae el ardor misionero y hacen viva realidad que “la fe se fortalece dándola”. En muchos países del mundo la presencia de los misioneros adquiere una gran importancia en la obra evangelizadora, y también en las obras educativas, caritativas y culturales. Por todo ello son merecedores de nuestro agradecimiento y de nuestra oración para que el Señor sostenga su debilidad.

Agradezco el trabajo que a través de todo el año viene realizando la Delegación Diocesana de Misiones y animo a todos a avivar nuestra conciencia misionera. Es un honor para nosotros que el Señor haya confiado en nosotros hasta el punto de encargarnos el anuncio de la Noticia buena de verdad.
Recibid mi afecto y mi bendición,
+Manuel Sánchez Monge,
Obispo de Santander
18.09.2015